miércoles, 23 de diciembre de 2009

Proposiciones


Me gustaría que me beses donde nadie lo ha hecho

que manejes mis emociones a tu antojo

y que te implantes en mi sueño

donde nunca deje de soñarte...



Me gustaría pedirte que seas el amor en mi vida

que sostengas mi mano a lo largo de los años

me gustaría que nunca te vayas

para que nunca muera

para resucitar cada noche

en cada beso

cuando estés sobre la cama.



Me gustaría prepararte el desayuno

enjabonarte la espalda

Me gustaría atenderte después del trabajo

y reírnos o mandar al mundo al diablo...



Qué dirías si confesara

que me gustaría tenerte toda la vida

andando desnuda alrededor de la casa

y que me gustas para madre de mis hijos



Qué dirías si te pidiera que fueras

la cuñada de mis hermanos

la nuera de mis padres

y la tía de mis sobrinos



qué dirías si te dijera

que quiero cuidar de ti para siempre

y quizá más...

qué responderías si te pidiera

que fueras mi piso y mi techo

mis paredes y mi puerta



qué me dirías si esta navidad

te digo que ahorremos para vivir juntos

qué pensarías de mi locura

si te digo: dónde firmo?



y qué me dirías si te pido

ser mi bella esposa?

domingo, 20 de diciembre de 2009

Lluvia de diciembre


Por tus diez años de ausencia ¡salud! Mi hermano, nunca te olvidaremos...

Y estoy sentado en la penumbra de la soledad
Donde cada palabra que pienso
Es esculpida por la gracia de mi mano…

Desde aquí veo los días cómo transcurren:
A la mañana le sigue la noche
Y a los segundos los minutos

Pero tras años de vacío
Sigo sintiendo tu presencia a mi lado
Que araña las cortinas cuando el viento se cuela
Cuando veo tu sombra sentarse en el sillón
Para burlarse de mí…
O quizá conmigo,
Por cómo es que he pasado mis días
Sin recordarte en las hojas
Pero hablando de ti a diario.

Ven esta noche y rómpeme la boca
Para que no te siga pronunciando

Ven esta noche en mi sueño
Y dime que todo marcha bien
Que puedo vivir sin pensarte
Y que tú vives sin cuidar mi espalda

Dime que voy por buen camino
Y que ya no quieres ser molestado en tu tumba
Dime que te deje en paz
Que no deshonre tu memoria
Y que no vea a tus viejos amigos…
A tu última novia.

Son diez años y seguimos contando:
Mi hermano te dedicó unas palabras en su boda,
Mi padre te hizo un altar como si fueras santo
Mi madre a veces llora cuando te sueña
Y yo… que sigo rompiendo el suelo recordando tu paso.

Ven y estréllate en las gotas de lluvia de esta noche
Ven y abrázame antes de que pueda enterrarte
Dame un beso en la frente y luego vete
Vete a donde algún día te alcance y compensemos
Toda una vida que no vivimos en estos terrenos

Pero antes de que tu carne siga reposando
Y que tu alma nos vigile desde una lejana estrella
Despídete con la historia feliz que nunca hubo…

Siéntate en mi escritorio
Y fúmate un cigarro conmigo:
Vamos a reír y a contar anécdotas de familia
Vamos a llorar y relatar las veces que tuvimos miedo
Vamos a mirarnos fijamente y hagamos algo juntos…
Darnos la mano haciendo un pacto de vida tras tu muerte
Para que no sea la historia de tu vida la que muera contigo.

Regálame una sonrisa,
Regálame esa caricia con la que te despediste
Y regálame esa lánguida mirada
Segundos antes de tus ojos cerrar por siempre…

Y después sumérgete en los charcos
De esta lluvia nocturna tardía del año
Donde el sol de la mañana te recoja
Y caigas después como una lágrima
La próxima vez que tu recuerdo
Inunde mi tiempo y mi espacio.

Escultor de hielo


Todas las tardes que llegaba a la casa pasaba a verlo; su casa era una antigua bodega para camiones de bomberos, ahí el vivía y trabajaba, casi no salía. Su trabajo era realizar esculturas de hielo para eventos de lujo, y a pesar de tener muchos conocidos en el medio artístico y político, él prefería pasar las horas construyendo otra obra en el enorme refrigerador que era su casa.
Un viernes salí temprano del trabajo, y antes de ir a proponerle matrimonio a mi novia, pasé a verlo. Toqué a su puerta y él salió a recibirme con una lánguida mirada y una profunda sonrisa; vestía con una camiseta muy delgada, unos jeans negros y botas negras a prueba de agua –si mantengo mis pies calientes, todo mi cuerpo se mantiene igual- solía decir siempre con una pícara mueca en la boca. Al pasar, me enseñó en lo que estaba trabajando, era un pedazo inmenso de hielo con cinco metros de altura y tres de ancho, me dijo que se la habían dado ese mismo día en la madrugada y que no reparó en saber al instante qué figura debía sacar de ella. Apenas llevaba la pura base trabajada, pero presumía que después de esto… él se retiraría porque sabía que no iba a superar su trabajo –después de esto, no habrá otra cosa por hacer, podré morir tranquilo, nada volverá a tener sentido para mí, porque, aunque me pidan cosas más elaboradas, nada podrá superar el arte al que le estoy poniendo a este bloque de hielo- dijo.
Después de esa visita, tardé unos meses en ir a verlo, las cosas se complicaron un poco para mí, pues me habían rechazado el anillo y decidí sumergirme en el trabajo; pero, quizá fue la curiosidad de saber de él, pues durante esos meses nunca lo vi salir de su casa, sólo se veía la luz prendida todo el tiempo, y durante las madrugadas, si ponía atención, lograba escuchar las fresas de esmeril y piedra tocar el hielo. Toqué el portón blanco… tardó varios minutos en salir a recibirme, cuando lo hizo, me miró de abajo para arriba –pasa, tengo algo que mostrarte- dijo enseguida de ¿reconocerme, acaso? Me pidió que me sentara en un rincón, donde solía estar un pequeño comedor con una cocineta, ahora sólo había un enorme charco de agua congelada, Dios, vaya que hacía frío ahí. Él comenzó a hablar sin parar, un monólogo de cómo tenía que ser tallado el hielo, terminó su discurso con una serie de sueños donde él aseguraba que esa figura lo acariciaba por las noches si él llegaba a quedarse dormido del cansancio, y que en ese momento, volvía al trabajo. Se despidió de mí dos horas más tarde, disculpándose –lo lamento, no es que te corra, pero debo seguir trabajando- puntualizó con una voz seria.
Tres meses pasaron para que pudiera ir a verlo de nuevo; toqué a su puerta, tardó más esta vez en salir a recibirme, y cuando lo hizo, no dijo nada, sólo dejó la puerta abierta para que entrara. El lugar parecía más descuidado, las cosas estaban en el mismo sitio donde estaban en la última visita. Esa tarde había ido a verlo para decirle que me iba a Europa, pero ante su indiferencia a mi presencia, sólo me quedé a observarlo. Noté que sus manos y su rostro eran de un azul muy tenue, sus barbas y su cabello largo, eran como pinos en inviernos, escarchados, y movía sus manos a esa figura con tal delicadeza que parecía que estuviera tocando a la mujer que ama y fuera su primera vez en estar con ella. Sin decir más, decidí levantarme de la silla sin hacer ruido y me fui sin cerrar bien la puerta.
Pasaron tres meses más, la puerta seguía entreabierta, tal y como lo había dejado, decidí pasar sin el más mínimo ruido; el piso tenía una lámina delgada de hielo y todo alrededor parecía estar cubierto de un campo hermético que mantenía las cosas sin polvo. Fui caminando hasta donde él estaba, y entonces, por primera vez en meses, pude ver lo que él había creado: un ángel de imponentes alas, una mano sostenía una espada que recién se desenvaina y la otra en la funda, con una rodilla en la base, la otra flexionada. El rostro de su obra era tierno, perfecto, podías distinguir cada facción, cada estela, cada detalle que él le había puesto; la figura estaba tan bien pulida que podías ver a través de ella. Quedé sorprendido, él ya estaba arriba de una escalera terminando, tallaba, con mucha suavidad, los cabellos. Realmente no quise molestarlo, estaba a punto de dar la vuelta para retirarme, pero dijo con una voz ya muy ronca –no te vayas, sólo me falta el último cabello para que la veas terminada- y decidí hacerle caso.
Estaba él terminando de tallar el último cabello, y en el último trazo con su cincel, algo hizo que el ángel se cuarteó por completo y cayó en pequeños pedazos al suelo, en pequeñas cristalinas lágrimas de un niño que pierde a su familia, en gotas de rocío que aparecen en las hojas veraniegas en la primera lluvia del año. Él lanzó un grito en silencio, volteó a verme, sus ojos parecían ser de un ciego, azules, sin retina, su piel era de un azul de alguna playa griega, sus cabellos y su barba parecían estalactitas que se forman en millones de años dentro de las grutas. Se quedó sentado en la escalera con su mirada vuelta hacia mí y vi cómo poco a poco le salían un par de gotas azules por los ojos. Mi corazón quebró en ese instante… me paré enseguida para salir, y él se quedó inmóvil.
Durante la siguiente semana los vecinos empezaron a quejarse por el agua que salía de esa casa hasta que llegó la policía, fui para allá para saber qué había sucedido, alguien les indicó que yo solía entrar mucho allí, por tanto los policías pidieron mi declaración. Pedí me dejaran pasar, pues la última vez que entré había olvidado una bufanda del amor que me había rechazado; al entrar, no había nadie, sólo una escalera en medio, con una camiseta blanca en el suelo, unos pantalones negros en el último peldaño y unas botas negras más abajo… todo el piso era agua, debajo de la escalera un charco azul. No había mucho qué decir ya a los policías, dejaron minutos más tarde que me fuera a casa. Ha pasado ya tiempo desde aquél incidente, algunos rumoraron que abandonó el lugar y se fue al sur, otros más a la Antártida… pero yo sé bien que no fue así.
Hoy decidí poner flores a la puerta de su casa y una escultura de cristal de un ángel para acompañar el arreglo. Esta tarde también llegó ella a la casa, la dejé pasar, no dijo nada, sólo me veía escribir… y minutos más tarde dejó la puerta entreabierta.