miércoles, 31 de marzo de 2010

Para siempre olvidarte


Me gustaría odiarte,
Así sería más fácil
Ponerte en los brazos del olvido,
Despedirte con un beso al aire
Y dejarte partir como un barco de papel
En el océano;

Hoy he comenzado a olvidarte…

Me he despojado de tu imagen viva
Que me acosaba desde que te fuiste,
No recuerdo ya casi tu voz
Y tu risa ya no me atormenta como antes,

He comenzado a olvidarte

Me quité la cruz de encima
Que se recargaba con tu recuerdo
Constante de que aún en primavera
Llueve… así como llovías a cascadas
Todas las noches que hablábamos
Y queríamos que nunca terminaran…
Que el sol decidiera seguir dormido
Y que la luna continuara viéndonos
Celosa de tener un amor como el nuestro.

Hoy comencé a olvidarte

Te aventé al abismo más profundo
De mi memoria
Y no intentaré buscarte
Como quien busca un tesoro perdido;
Allí ya no verás la luz,
Sólo rostros muertos de mi pasado
Sumergidos en la cotidianidad de mis días,
Donde el tiempo perdido guardó tal rencor
Que me hizo borrar los nombres
Y la historia que llegué a narrarles…

Hoy mi tarea es olvidarte

Borrar cada rastro de luz
Que dejaste en mi camino
Que tantas veces me iluminaron
Al regresar a casa
Después de verte y verterme
Al brillo de tu presencia
Que me encendía a penas te tenía cerca…

Hoy te olvido, mañana también

Aunque estés en brazos de él…
Que no es tu amigo, ni tu esposo
Ni te es buen amante
En cada canción y en cada palabra con amor
Surgiré en tu memoria y te prohibirás,
Incluso, hablar de mí…
Quizá por temor a pedirme que regrese,
Quizá por miedo a rechazarte;
Y así seguirás tu vida en adelante:
Revolcándote con ese tu amor de papel
Que lo único que trae es pena a tus tardes…

Cuando tantas tardes me prometías
Nunca marcharte…

Hoy te devuelvo la promesa
Y prometo también olvidarte:
Seguiré con mi vida
Como me he enseñado a hacerlo

Aunque aún no sé cómo seguirla sin ti…

Con cada paso destruiré los senderos
Andados por nuestros pies y sombras;
Con cada palabra iré suspendiendo tus pláticas
Y con cada sueño te iré internando
En la cripta de un panteón abandonado

Y caminarás sin sentidos
En el valle sombrío de mi historia
Para que no recuerde tu forma
Exacta de amarme…
De entenderme…

¡Dios! Nunca fue mi intención
Guardarte en los versos de un poema…
Sólo quería amarte.

lunes, 29 de marzo de 2010

Noches como ésta


Ayer lloré por ti
Mientras hablaba
Y recordaba noches como ésta:

Cuando el frío se acostaba a mi lado
Me aferraba a tu imagen
Para sentir el calor enternecido de tus labios.

Noches como ésta golpean mi memoria,
Someten mis emociones
Al compás de la música que jalan mis lágrimas

No te tengo
… quizás nunca te tuve.

¿Cómo leer tus cartas si están en blanco?
¿Qué platicar de ti
cuando pronunciar tu nombre nunca pude?
¿Qué historia narro si fueron más noches de ausencia
que días trazados por mi pluma y tu mano?

Probablemente te tuve…
O quizás me gusta pensarlo.

Hallaste en mi conciencia
El lugar perfecto para esconderte
Y salir en mis sueños, o en mis silencios
Para mostrarte sentada en el sitio
Donde siempre estoy pensando en ti…

Donde te sentaste por vez primera
Cuando acuciosos por tomarnos
Me tomaste de la camisa
Y controlaste mis demonios...

Quizás te tuve…
O prefiero pensarlo.

Cada visita era un tiro de dados
Donde me jugaba con el destino
De saber que era la última vez
Que me reflejaría en tu mirada

Y desaparecerías…

Me quedo con tu último poema,
Así podré decir que te tuve un día;
Me quedo con tu primera canción,
Sólo para recordarme
Que en el mundo alguien pensó en mí
Y que nunca quiso irse…
Aunque “nunca” terminó yéndose.

A veces pienso que realmente
Fuiste un fantasma de mi pasado
Que vino a cobrarse la factura
De todos los amores que he abandonado

Hay otras veces que pienso
Que fuiste una creación de mi mente
Por la desesperación de sentirme
Arrojado a este mundo
En medio de un público
Que aplaude mis mejores actos
Y abuchea mis monólogos
Cuando me tiro al piso
Llorando, pensando en lo miserable
Que me siento cuando pasa otra historia
Que no tomará mi mano en mi sepulcro.

A veces te pienso imaginándome
Una noche como ésta escribiéndote,
Mientras me rasco la cabeza
Preguntándome si exististe realmente
O viviste en mi ser en un mundo paralelo
Cuya dimensión apenas rocé
Con la punta de mis dedos…

Nunca te tuve…
Es cierto…

Pero ojalá te haya tenido,
De lo contrario amaría un vacío:
Como cuando ves una fotografía
Que abrazas a alguien que no recuerdas su nombre
Pero que sabes bien lo feliz que te sentías esa tarde…

¿Cuántas tardes teniéndote
y cuántas más viviré lanzándote al olvido?

Será mejor pensar que no te tuve,
Así, al menos, si te veo en la calle
Pueda de largo pasarte
Y ya no me importes.

martes, 16 de marzo de 2010

Sólo por hoy


Te escribo con la esperanza de que me leas, con la intuición de que te gane la curiosidad de saber cómo estoy. Prendamos un cigarro, fumemos juntos aún en la distancia, juguemos a estar cerca esta noche, dejemos que la imaginación nos alcance para que, mientras leas esto, nos veamos… y después desaparecernos.
Me gustaría, mi ángel, decirte lo vacío que suenan tus palabras ahora que te has ido, y que me he obligado a despedirte para siempre… pero no, no quiero llenarte con reclamos, discordias y otros sentimientos parecidos, todo eso te lo regalo, no lo necesito. Si decides llevarte la culpa de todo esto, no pondré resistencia ni te diré: “fui yo”, pues no es así, tampoco es echarte la culpa, en un amor, como en el baile, no hay errores, ni malos pasos, sólo son pasos, sólo hay acciones, que no siempre nos definen, pero o nos juntan o nos separan.
Por esto mismo me gustaría agradecerte el hecho de que te hayas ido sin darme explicaciones, que te hayas marchado sin dramas ni malas palabras. Recuerdo haberte pedido que si te ibas un día, no dijeras nada y que sólo te fueras… no sabes lo difícil que es llevarlo a cabo y morderme la lengua para no preguntarte los por qué, darle entrada a que la duda juegue en mi mente y me aniquile lentamente el hecho de saber si te fuiste por alguien más, o por miedo… o cobardía.
He de confesarte que todo este tiempo no he llorado por ti, no tengo ganas de hacerlo, ni siquiera siento tristeza; tampoco quiero tenerte como amiga, ni saber de tu vida… o si existes o dejas de hacerlo; sólo quiero mandarte un beso esta noche, abrazarte en mi mente por última vez antes de dejarte ir y soltarte como un niño pierde un papalote en una fuerte ventisca. Seguiremos con nuestras vidas, ni siquiera siento ganas de desearte lo mejor, ni festejarte con palabras que te lleguen al corazón para que te vayas con una sonrisa si te acuerdas de mí, o que arrepientas tu partida al escucharlas o leerlas.
Hoy te entierro, en mi cuerpo, en mi alma, en la mente… no es dar vuelta a la hoja, es arrancarla, quemarla y soplar las cenizas… escribirte por última vez y eliminar de mi memoria que hubo este final: donde tu ausencia me hizo escribirte y expulsarte de mis pensamientos. Quiero, que al llegar la mañana, si te veo… no reconocerte.
No te guardo rencor, ni siquiera desprecio… hoy te extraño, como nunca… pero hoy te vas, como una puta, como una amiga, como mi amante, como mi pareja… el título hoy da lo mismo, o lo que hayas sido, hoy te extraño porque necesito un abrazo, porque necesito platicar, reírme y saber que no estoy solo, hoy me gusta pensar que te digo al oído: “te quiero ¿estarás aquí, mañana, junto a mí?” Me importa una chingada si amaneces a mi lado o no… así como si me dejaste o te fuiste… lo único que me importa, hoy, es imaginarme que no estoy solo y te estás fumando un cigarro conmigo a salud de la crónica exacta de lo que pudo ser… y de lo que no, pues lo que fue… sólo pasó a ser, y así como pasa… pasarás a ser parte de la lista de fracasos que guardo en el cajón… junto al recuerdo de mi pasado.

sábado, 6 de marzo de 2010

Cinema


Imaginemos a un hombre… cualquier hombre, ahora vamos a dejarle el cabello entre cano, facciones viriles, traje negro, corbata dorada, con gabardina, buena loción, agradable a la vista. Bien, hagámoslo voltear, miremos su rostro: sí, podemos ver claramente una tristeza infinita en sus ojos, como aquél a quien le han quitado algo muy valioso… un hijo… una madre… un amor… sí.
Ahora vamos a situarlo, busquemos un escenario… un cine puede servir; démosle una circunstancia: está comprometido. Vamos a imaginarlo en algo cotidiano: está esperando en la taquilla del cine a una persona, probablemente mujer, no sabemos si a su prometida, o a un amigo, o un hijo… o a su propia madre. Nombremos un día y hora: miércoles, siete de la noche.
Compliquemos más el asunto: él con entradas, la película por empezar, lo han dejado plantado. Quiere romper las entradas, pero, hace uso de ellas y se dispone a entrar. Ahora su mundo se complica, o se hace más sencillo, como sea, algo va a cambiar después de entrar a la sala, no sabemos para dónde desenlaza su historia, pero siempre hay un momento en el que uno debe decidir, aunque no imaginemos qué efectos tendremos una vez tomada la decisión.

Entré molesto, quizás decepcionado, quizás cansado de tanto esperar, me senté en la butaca a un lado de las escaleras, la sala estaba obscura ya; escuché a mi diestra el sollozo de una mujer: blanca, cabello negro, labios carmesí, abrigo negro, vestido rojo, zapatillas rojas… “es hermosa” –pensé. Saqué de mi saco un pañuelo dorado, lo alcancé a ella, me sonrió, aceptó mi pañuelo, y siguió viendo la película. A mitad del filme la tenía a la butaca siguiente, realmente no me di cuenta en qué momento cambió de lugar, pero sostuvo mi mano sin titubear, dio un ligero apretón, volteé a mirarla, volvió a sonreír; el delineador lo traía corrido, con la otra mano limpié sus mejillas, no hizo nada, sólo me miraba, a veces dejaba de sonreír, otras lo hacía inclinando su cabeza hacia abajo.
Antes de terminar la película se paró, me dio un beso en la mejilla, y me dijo: "te veo el próximo miércoles a la misma hora". Se fue… quedé perplejo, tardé algunos segundos en reaccionar y salir a buscarla, pero fueron suficientes para no dar con ella en la salida.
Llegó miércoles, y con él, los seis siguientes meses, con ellos, su presencia, nunca su nombre, sólo ella. A veces nos abrazábamos durante la película, otras sólo se recostaba en mi hombro, con los brazos entrelazados sobre las piernas, algunos miércoles quería saber de ella y preguntaba, pero esos miércoles ella sonreía y decía “no rompas el encanto”. A ella siempre le gustaba irse antes de terminar la película, y un día la alcancé en el pasillo para preguntarle por qué no se quedaba para luego ir por un café; me contestó “me gusta dejar el final para la imaginación, una obra de arte no debe concluir, el final debe ser abierto; no me sigas, no hoy, un día vas a querer tenerme a tu lado, y un día voy a querer irme del tuyo, dejemos que las cosas sigan sucediendo… sin final”. Me sonrió y me dejó parado a la mitad del pasillo, quise seguirla ese día, pero no insistí; los miércoles se volvieron para mí los días más esperados de la semana, no falté a ninguno, tampoco ella. Había días que llegaba muy triste, y le daba un pañuelo, había otras que estaba muy alegre, y me enternecía con caricias en mi cara, en el pecho, de vez en cuando se le iba darme un beso, otras, me preguntaba si vendría el siguiente miércoles.
Quizás presos de la imaginación, de la fantasía, una noche de miércoles llegó tarde, casi al final, se metió a la sala, se dirigió a mí, me tomó de la mano y me pidió la acompañara. La seguí sin pensarlo, a la salida de la sala me puso contra la pared y me dio uno de esos besos que te dan cuando eres adolescente y que jamás olvidas. Mirándonos, caminamos hasta la salida y paramos un taxi. Le abrí la puerta, entró, y sin soltar mi mano me pidió subir con ella. Le dio de inmediato una dirección al chofer, nos vio por el retrovisor, y comenzó a conducir. No hablaba ella, yo sólo miraba la calle, pero sentía sus ojos clavados en mí, sonreí, creo que vio mi sonrisa por el reflejo del cristal, y me mandó un beso. Sonreí, volteé y dije: “no debo preguntar a dónde nos dirigimos ¿verdad?” Sólo me devolvió la sonrisa y colocó un dedo sobre mi boca.
Llegamos a un hotel, bajamos, nos metimos, pagó la habitación, se fue al elevador con la llave en la mano, nos metimos al ascensor, se aventó a mi cuerpo queriendo escalarlo, llegamos, salimos, me dio la llave, busqué con la mirada la habitación, sudaba, metí la llave a la chapa, le abrí la puerta, entró, se fue a la ventana, a lado de la cama, yo colgaba mi saco, cuando miré a ella, estaba ya en ropa interior. Dejó la espalda descubierta, vestía solamente una tanga negra traslúcida, su cuerpo blanco, su cabello negro, sus labios carmesí… y toda ella ahora de espaldas a la ventana mirándome. Sin vacilar me acerqué a su cuerpo, su aroma a cítricos; temblábamos, sudábamos, me sentía torpe, me sentía desesperado, me aventó a la cama, se subió en mí, me tomó de la corbata con una mano, me besaba apresurada, ponía mis manos en sus nalgas, me desvestía con la otra mano, tomó mi miembro, se deslizó sobre mí, me desvistió, puso mi pene en su boca, me arañaba el pecho, mis muslos, acariciaba su cabello, se puso sobre mí, dimos la vuelta sobre la cama, quedé arriba de ella, una mano sostenía su cara, la otra tomaba su pierna, la penetré con cuidado, ella estaba mojada, estrecha, temblando, me miraba fijamente, como un niño a quien van durmiendo antes de una operación. Estuvimos toda la noche tomándonos, sin hablar, a veces me abrazaba, a veces gemía, a veces gritaba, a veces me encajaba las uñas… pero sólo una vez me dijo: “¿me amarás cuando amanezca?”
En algún momento de la mañana me quedé dormido, cuando abrí los ojos ella se había ido. Salí desesperado, con el pantalón puesto y el torso desnudo, pregunté en recepción si la vieron irse y para dónde, me dijeron que se había retirado un minuto antes, que un taxi vino por ella y que si había tenido algún problema… “sí, no se despidió, ese es mi problema”.
Al siguiente miércoles fui a la sala donde nos encontrábamos… pero han pasado seis meses más, y ni los estrenos ni los meses me la han traído de vuelta. “¿Dónde estás?”

Ahora imaginemos a un hombre… cualquier hombre, vamos a dejarle el cabello entre cano, facciones viriles, traje negro, corbata negra, buena loción, agradable a la vista. Bien, hagámoslo voltear, miremos su rostro: sí, podemos ver claramente una tristeza infinita en sus ojos, como aquél a quien le han quitado algo muy valioso… un hijo… una madre… un amor… una idea… una emoción… sí.