sábado, 29 de mayo de 2010

El último beso


Qué dirías si te dijera que alguna vez toqué las notas de tus recuerdos, donde fueron tus ojos lo que me dictaron los signos y la clave con que deberían de ser interpretados ayer por la noche, en ese concierto de sonidos producidos por tu boca, que aún intento traducir sin éxito alguno, pero que de cierta forma traduzco después de catorce horas de estarte pensando e imaginándote bailando cinco movimientos de forma simultánea en un claro de luna. Hago esto convencido de haber estado ahí contigo, quizás en otras vidas, quizás en otros sueños. Estoy aquí porque tus historias me guiaron a coincidir contigo, por la necesidad de escuchar tus secretos que se expresan con la mirada de la complicidad callada de tus dudas y certezas que son atadas en el tatuaje de tu espalda. Cómo no dejarme llevar, cómo no proponerme a enamorarte cada día arrancándote una sonrisa, un rubor en el rostro donde no me expliques nada. Para lograrlo no poseo una rosa, una estrella ni soy el dueño de un mar. Pero eso sí, tengo un mundo que me robé de un libro, de una realidad paralela, escritos y realizados en un lenguaje onírico, descifrado en tesoros que fui recopilando en viajes, o en cuentos que fui escuchando desde niño, de cuando eras niña, de cuando me perdí en la inmensidad de la vida que me llevaba a estrellarme contra la pared para hacer sangrar lo que hoy te ofrezco.
Quiero que nuestro primer beso sea tan corto que dure toda la vida, donde ya te he tenido más de cincuenta veces, sin que me hayas sentido. Besos que he trazado en mis cuadernos, en mis fantasías, que los dejé descansando en tus hombros ahora que los dos somos hechiceros ardiendo en un libro críptico que se quema con el veneno del sincretismo del mundo de tus pensamientos y los míos.
Quiero que el primer beso sea el último, y que mañana vengas por otra docena de últimos besos para mantenerme en la locura y no poner los pies en el suelo; bésame como si fuera el último de tus días, como si fuera el instante de abandonar el sueño. Hazlo como si no te importara el movimiento del universo para que me dejes suspendido entre una historia mítica y una novela cotidiana. Absórbeme en tus letras donde nos podamos inventar el uno al otro… para poder abrazarte mientras duermes… desaparecer de tu lado conforme caiga la mañana siguiente.
Así podrás encontrarme en todas las cosas, y tener referencias de mí cuando estés acompañada de otras formas de existencia, de otras emociones, de otras ideas. Cada mañana voltearías a ver si estoy a tu lado en la cama, aunque sería demasiado tarde, ya habré, para entonces, volado hacia la ventana para cuidarte y vigilarte cuando estés vestida con tu blanca sombra. Me veré obligado a convertirme en aire para que puedas respirarme y no me olvides de hacerlo para que sigas viviendo. Acunarme en tu pecho para volar en los quiebres de silencios que no existen y que no se derraman en nubes rosas de atardeceres que has pedido y que no te he dado... pero que descubro en tu boca.

sábado, 8 de mayo de 2010

Cuando el mar calló...


"Te lo explicaría... pero tendrías que estar aquí..."

Soñé que fueras mi esposa
amanecer contigo todos los días
grabar palabras en la arena
dejar que nuestras huellas las borrara el mar

vivir...
sólo vivir...

contigo...
pero ahora sin ti...

Le he tenido que dejar una palabra al mar
para que la recogiera
y la internara en su espuma,
en su inmensidad...

Me volví a sentir tan pequeño...
que tuve que dejarle algo
igual de grande
como regalo...

mi amor a ti...

y el mar calló.