martes, 15 de junio de 2010

El verano de mi vida


Hueles a noche de verano, olor de tus valles siempre frescos, siempre verdes, toda tu piel sabe a lluvia nocturna, a flores abriendo, a tierra mojada. Vengo a recostarme sobre los pastizales con rocío de cielo para verte caer y mojar mis manos, empapar mi carne, sentir cómo con tu agua se estremecen mis entrañas mientras paseas tu lengua por mi abdomen, dejando mi mente en blanco, que logra hacerme olvidar mi entorno por instantes hasta que de nueva cuenta te tengo de frente para contemplar tus ojos oceánicos.
Escribo esto cuando sostengo una plática contigo y te escucho decirme repetidas veces te amo, casi desesperada, casi incrédula. Respondo con la misma intensidad, viéndote directo… y el frío del viento veraniego calma el calor de estos sentimientos. Siento decirte te amo como un niño abraza a su madre, le da un beso a su padre y se ríe con su hermano; siento decirte te amo como una cría se acomoda en el vientre para buscar refugio; siento decir te amo como lo hacen las montañas ser acariciadas por el sol.
De la misma forma te siento decirlo… en cada beso, en cada roce de tu rostro con el mío, donde reconozco tu diferencia conmigo para darnos paso, abrirnos camino y estar amándonos; tan así como veo el verano llegar y diferenciarlo de lo que fue invierno... de esta forma cobras vida en mi pecho, en cada susurro que me das con tu voz de viento, en cada tormenta creada por la lucha de nuestros labios, tormenta que hoy vivo desde el sitio donde te escribo… desde aquí observo cómo las gotas hacen suya a la ciudad… así como me haces tuyo con cada segundo que paso abrazado a ti.
Ven conmigo, ven a volar, te invito a sentir los torrentes de las nubes colarse por los poros de nuestros cuerpos. Vayamos a imprimir huellas en los caminos desérticos y olvidados por la primavera y hagamos correr ríos para regar con este amor las semillas de los rosales que espinan a los amantes. Quiero recorrer contigo todas las calles y lugares recónditos creados por los hombres para dibujar con nuestras espaldas, en las paredes debajo de los puentes, de las iglesias, de los callejones, la muestra fidedigna de que estamos juntos y que nada ni nadie interrumpirá este amor que sale de ser secreto a ser cantado por los dioses. Luego marca en mi espalda el tatuaje que devela el misterio de tus manos y tu deseo, haré lo propio en cada centímetro de tu boca sabor a fruta prohibida, donde morí y vivo cada vez que me acerco a ella, donde me produzco y donde me pierdo.
Quiero darte un millar de razones transparentes por las cuales debas quedarte, por las cuales quiero que siga el verano a lo largo del año… de mi vida. Esas razones se irán escurriendo desde los tallos hasta las raíces a través del tiempo. Este es mi primer verano contigo, naciste con él, te inventas en él y no te dejaré que llegues a ser otoño, así deba vender mi alma al diablo y pedirle una extensión a Dios para que postergue mi muerte, por el simple gusto de querer estar contigo, amándote, viviéndote, cuidándote.
No digo esto como si se tratara de la emoción que trae el verano por salir de clases, por observar cambios en la naturaleza que logra la reproducción de otros seres, digo esto convencido de que tardé veintiséis años de mi vida buscándote, digo esto seguro después de haber bebido copas llenas de hiel y fumado catorce años de desolación y hastío, donde me preguntaba incesantemente cuándo llegarías. Mi niña hermosa: haces que todas mis historias de amor parezcan cuentos para niños… tú, amor, escribes conmigo el poema de mi vida, declamada por ángeles y demonios que rezan en medio de huracanes, espacio donde nuestros pasos tropezaron para juntarnos, para hacernos coincidir en una tarde de verano para que en la noche me necesitaras y a la mañana siguiente nos estuviéramos ya amando.