martes, 19 de abril de 2011

De vuelta al mar


Me desprendo del olvido sabor a sal, de escupir amores pordioseros y malagradecidos en los malecones: las últimas tres veces que fui al mar fueron sólo para vomitar desde mis entrañas traiciones más amargas que la hiel. Dejo de ir al mar para que se trague mi ser y bañe con su espuma mis múltiples heridas. El regreso a las profundidades es para devolverme las partes que abandoné en las orillas mientras deambulaba sin la orientación de alguna estrella que me guiara el camino de vuelta a mi casa.
Voy sabiendo dónde está mi hogar; voy con la mirada en alto, al frente, casi prodigioso, o simplemente seguro que esta vez estoy donde debo estar, en plena confianza de afianzarme a un amor puro, con la que sé puedo confiar con los ojos abiertos y cerrados. Me dirijo a la playa para dejarme acariciar por la tersura de su arena y no por su aspereza, me dirijo a ella como lo hago con mi pareja: así de sutil y experimentado… renovado, glorioso.
Reflexivos designios me regalan las olas y el sonido que producen y se reproducen cuando se estrellan sobre el manto de Dios en la costa: no me encamino a destruirme para reconstruirme, sino ya cimentado, propio y nostálgico… en mi más puro estado espiritual. Estoy tranquilo, con mi carrera despuntando, con la vida puesta en manos de ella, que me sonríe y me mira como nadie lo ha hecho: tan enamorada, en sus ojos se observa el reflejo de la muerte del sol por la luna en el agua. En mi memoria encallan las imágenes más dulces de mi vida después de un beso y un abrazo, también de sus lágrimas cuando me pide que no me vaya, cuando me gritan ellas centellantes que me ama como lo hace un marinero al mar… con ese sentir verdadero de oficio y pasión, que se conjugan en su pecho tan ligero como la brisa del Pacífico.
Veo nuestro primer viaje juntos, en un sueño que se enclava en la escena de la más romántica película de los años 50; de esta forma es la idea que me ha recorrido esta semana: despertar en ti, comer y beber de ti, abrir los ojos como si volviera a nacer en tu vientre de mi primera vida y morir en tu boca la primera muerte. Bella la fantasía donde se confunde el calor, el agua y el viento colándose por debajo de tu falda, haciéndonos estremecer en cada huella pintada y robada por las estelas que nos siguen de cerca.
Mi vuelta al mar contigo significa mi regreso y el encuentro de las partes de mi alma que me fueron cercenadas de un golpe de plata: puestas dentro de una botella, pero que el Señor de los mares me entrega en un cofre de coral.
Déjame llevarte al cementerio marino de mi existencia, te ofrendaré un jardín lleno con peces de colores prehispánicos del México antiguo. Permite a este hijo de la naturaleza y de la mente servirte como esclavo de tu barca dorada, del brillo de tu piel que me libera al centro de una isla nacida por los torrentes de los pasos de huracanes… sumérgeme por completo y dame la bendición de tu beso… luego deposita en mí el recuerdo de llevarme en tu alma por una gota enfrascada cuando caiga el alba.

viernes, 15 de abril de 2011

El arte de odiar


“¿Sabes cómo me queda claro que te amo?
Cuando al final del día no estás
y no hay cosa que yo quiera más que estar contigo”.

Tania Ricaño

Podría decirte en este momento que te odio más que amarte porque nunca pensé que te convertirías en lo que eres para mí hoy. Odio la forma en cómo te has metido a mi vida, en cómo cambiaste mi entorno, en las cosas buenas que me has dejado, o la forma insólita en la que pasaste de ser motivo de celos para mi madre a una nuera a quien está dispuesta a prepararle su comida para cumpleaños. Odio saber que estás tan presente cuando estás ausente, cuando con una mirada y una lágrima me doblegan hasta desarmarme completamente; odio la forma en como te acercas a mí para apoderarte de mi alma, pero más odio que me hagas reír cuando quiero enojarme: la forma que manejas mis emociones es inédita. Odio que me robes el sueño y que me preocupes tanto, tu bienestar es de las cosas que más me importa; odio planear mi vida junto a ti y que ya no pueda distraer otro destino si no está colmado contigo.
Odio nuestros viajes, el de Taxco es al que más odio por gritarme al oído que sentía por ti más que cariño, odio amarte con mis entrañas y odio saber que soy azaroso y siempre en posibilidad de perderte todos los días, y odio tener que conquistarte a diario para que veas en mí al hombre de tus sueños, de tus días y el aliento que te oxigena el corazón para que pueda seguir bombeando al ritmo del mío.
Odio sentirte tan cerca, tan distinta a mí, tan enamorada de mí; odio que tus brazos rodeen mi cuello y comandes mis sentidos cuando casi en un beso, casi me besas, casi me matas, y me vuelas, me sublimas y me cambias por otro que no soy yo porque ya soy de ti. Odio la forma en que te quedas quieta y me pones en mi lugar porque exiges el tuyo, y hasta odio cenar con tu familia y discutir con tu padre acera de filosofía. Odio que tu familia me trate tan bien porque me hace ver a futro en un sitio donde podamos envejecer y compartir pasitas tan arrugadas como nuestras pieles marchitas al paso del tiempo, donde ya no sepamos distinguir si somos niños o ancianos.
Odio saberme en un relato de Sartre criticando al amor, porque sé soy objeto de fascinación y odio más saber que te necesito todos los días, que se me hace raro e incompletos las tardes y noches que no te veo. Pero más te odio cuando no te puedo ver y no poder olerte, tomarte, juguetear contigo, coquetearte y hasta portarme mamón contigo con tal de hacerte robarme más de un beso, quizás un poco más que eso.
Pero entre tantos te odios te voy amando y armando un texto donde te reclamo mi cuerpo y mi mente, que soy una sombra blanca que sólo encuentra lugar si es a tu lado en este mundo, te odio porque te amo, al revés igualmente, en cada suspiro arrebatado, en todas las risas, fotos, películas, comidas, cenas, peleas, mis celos injustificados, miedos, sueños, fantasías, sexo, miradas contempladas durante las madrugadas, regalos, cartas, atenciones… me importas a tal grado que me he disciplinado para hacer posible el arte de amar que propone Fromm, en el arte de amarte y entregarte un poco más de mí y de mi aventurera conquista por el cielo del olvido, por el manto fugaz de coincidir contigo, en la manera que puedo escribir en tan sólo diez minutos lo que siento cuando te aproximas y la ansiedad de tener que dejarte para que duermas sola y no conmigo. Necesito verte llorar de alegría y de sentirte temblar cuando te seduzco. Odio amarte, pero amo más odiarte por todo lo anterior porque tengo motivos y razones para querer perderme contigo en el fondo del océano de fuego que arde como un incendio en los bosques canadienses cuando nos revolcamos en las sábanas de nuestras manos sin tener que quitarnos la ropa, sin tener que cerrar los ojos… sin tener que detener el tiempo.

domingo, 10 de abril de 2011

El juego


Recuperé la voz que perdí en un juego de cartas con la vida. Mi suerte fue echada en un tiro de dados, llegué a deber hasta el alma en sólo una noche. Una prostituta se encargó de arrebatarme el último de mis bienes al dejarme dormido en un colchón usado de un malaventurado hotel. Traía los bolsillos agujerados, los pies sucios, la barba crecida de días, quizás también un cierto olor a tequila que desprendía mi cuerpo al más ligero movimiento de mis extremidades. Pero como la vida vale tan poco en ese estado, me jugué la camisa y entonces perdí la dignidad… y sentí que mi existencia se arrastraba por las calles pidiendo limosna de muerte, de vida… Cosa complicada cuando tiemblas de miedo y dolor; en ese momento de ausencia de dicha tuve que voltear al cielo en busca de consuelo, pero al hacerlo me mandó la factura de lo que debía por tanto juego a lo largo de mis años. Pagué con creces hasta el último centavo que dieron mis ojos, lloré como niño y luego lloré como los hombres, lleno de coraje y con la vista al frente. Erguí mi pecho, alcé el puño y emprendí el camino, con bandera en alto, a la montaña de desafíos, tretas y juegos… encaré a mi vida en un partido de ajedrez.
No puedo decir aún que voy ganando, pero desde que te pusiste a jugar conmigo la tirada de mis fichas han caído a favor: estar contigo es apostar en un casino donde sé que me hago rico. Deja de ser un azar, trazo mi destino, me alejo del sorteo, es saber que estoy en el lugar y el momento preciso y correcto para que las cosas sucedan. El juego de conquistarte es el grito de una de mis victorias más grandes porque todo lo que quiero lo encuentro contigo: desde el estar conviviendo con tu familia, tú con la mía, hasta el estar desnudos en alguna habitación de los nichos para la pasión de esta ciudad.
Pensé en algún momento haber vivido las historias de amor más bellas… pero tienes un encanto tal que me pones a vivir al máximo cada que te veo, aún con las cosas más triviales, aún en mis defectos, explosiones y celos… manejas mis emociones como si fuera yo una bestia dócil que se sirve a tu rienda, estoy contigo, en tu mano, siendo un rey de blancas, donde escaque por escaque me muevo para matar y triunfar.
He dejado de tener la adicción de jugarme todo por nada, ahora apuesto nada por todo, me apuesto a mí por ti… si me llegara a perder, al final, valdrá la pena saber que me jugué mi universo en una canica de saberme el mejor amor que has tenido… y el mío.

Sólo un tiro de dados
Sólo un respiro
Es sólo un juego de cartas sobre la mesa,
La ruleta de nuestra vida
Que manipulamos;
La suerte cantada de la lotería…
No hay casualidades…
Coincidir en el juego de la vida
Sin retarnos
Sin ser contrincantes…
Compañeros de juego
De vida
De amor…
Eso somos en el mundo…
He ganado la apuesta
Estoy enamorado…
En esta apuesta
Mi mayor ganancia
Es cuando dices TE AMO
Fuera de juego
Pero dentro del tablero.