lunes, 29 de octubre de 2012

Generación X


Soy de la generación que aún tuvo una infancia libre de celulares, de cuando la ciudad era segura y se podía jugar a los 7 años con los vecinos sin la vigilancia de los padres y nos llamaban a “grito pelado”: “ya métete”. Soy de la generación que se levantaba a las siete de la mañana los domingos para ver los Caballeros del Zodiaco, y las caricaturas aún abordaban cuentos clásicos con la compañía instrumental de grandes maestros de la música.
Soy de la generación que aún vio Logo Writer y usó la tortuguita para aprender a hacer comandos de programación. También de cuando los maestros aún tenían el poder y regañaban sin temor de ser reprendidos por los padres o demandados por los mismos. Soy de la generación que aún creía en lo que sus padres decían y no lo comprobaba en Google; de cuando las tareas eran trabajos de investigación en libros y el “copy-paste” se hacía si se compraba una monografía o biografía. De la generación que compraron casetes y discos LP, que vieron nacer el “punchis punchis”… de cuando los discos y los grupos hacían aún álbumes temáticos.
Mis contemporáneos saben cuáles fueron los “tazos” originales, los “pepcilindros”, y probamos las riquísimas hamburguesas del Burguerboy y los helados Tomboy, para los fresas el Bing. Soy de esa generación que vio los Thundercats, Halcones Galácticos y He-man. Recuerdo ser un niño cuyo único pecado era hacer travesuras y prefería jugar a “las atrapadas”, “las traes” y “cebollitas”; y no andábamos simulando un “perreo” con nuestras compañeritas. Gracias a esa inocencia es que a esta edad sabemos el secreto que guarda un rincón obscuro del primer beso y salir sonrojados porque sólo fue un beso robado.
Soy de esa generación a quienes nos rompían el hocico si nos escuchaban nuestros padres decir una grosería que se escapaba por el uso cotidiano con los amigos, y respetábamos si los adultos estaban hablando: sólo una mirada bastaba para mandarnos callar… Soy de esa generación a quienes todavía alcanzamos a adquirir un poco de principios y que hoy por hoy suenan de nuevo las palabras de nuestros padres.
Mi generación es distinta, estamos en la frontera entre las enseñanzas viejas y el indómito carácter de la rebeldía de la depravación de las nuevas; nuestras canciones aún poseen algo de poesía en su rock, en las baladas, y no hablan tanto de “metérsela duro”, aún guardamos ese romanticismo confundido entre el amor y el sexo.
Empero, esta generación que ha visto quebrar los valores que nos enseñaron, somos los mismos que estamos teniendo y educando hijos o sobrinos, qué mundo dejarles para que no estén perdidos sin identidad, qué estamos haciendo para lograr el exacto sincretismo entre dos mundos que ya no se tocan: estamos en medio de ellos, de esos que descubren un mundo nuevo con la tecnología y los que nacen ya con un aparato en la mano, dependiendo totalmente de eso, sintiéndose desnudos si olvidan sus teléfonos; aún soy de la generación que hacía valer la palabra si se quedaba de acuerdo una semana antes algún encuentro sin necesidad de confirmar… ahora es más sencillo romper las promesas. Soy de esa generación que aún prefiere comprar un libro que bajarlo por internet, que prefiere consultar un diccionario que un poderoso buscador, que sabe a qué huelen los libros de nuestros abuelos, y estos son conocidos porque leyeron un montón y nos sorprenden con todo el conocimiento literario y de vida…
Escribo esto en honor a un contemporáneo que se nos ha adelantado, y su pronta partida precisamente me hizo recordar la infancia que como generación tuvimos, me hizo revalorizar la vida a la que le hemos llenado de significado genuino, entre la inocencia y la diablura que esta generación tiene por encontrarse en el límite.
No vengo hablarles del dolor que se alberga al perder a un hermano, amigo, etc., vengo a platicarles a quienes nos siguen detrás y quienes están delante que nuestra generación es tan bella que buscamos pretextos para reunirnos y seguir riendo con los recuerdos de las pequeñas travesuras que parieron nuestras sonrisas al recordar a una estrella que, caracterizada por buen humor y broma desde que fuimos niños, pasa a vigilarnos para seguir riendo de nuestros pasos.

Tus compañeros y amigos del Morelos te recordaremos siempre por tu sonrisa.