miércoles, 24 de agosto de 2016

Calla la pluma



Ha callado mi pluma en estos últimos años, pero no ha sido coincidencia: de niño le escribía a mi madre agradeciendo sus cuidados y tierno amor, en mi adolescencia al primer amor y al devenir de la vida cuando murió el hermano mayor; ya en la juventud escribí versos a todas las musas que pasaban conmigo noches enteras, solitarias y románticas, le escribí tanto al amor y al desamor, al sufrimiento, a los sueños rotos y al dolor que se me olvidó escribir a la lluvia que moja las calles, a los atardeceres y a las playas que se tendieron bajo mis pies en noches de verano. Ahora que maduraron mis manos y mis convicciones son otras, dejé de sufrir por amor, me preocupa ahora el niño en el vientre de mi mujer… mi amada esposa que tan pocos versos le he escrito y quien ha sufrido y llorado conmigo mis penas, glorias, éxitos y fracasos… Es más fácil escribir cuando me abandonan que escribir a la comodidad de una caricia conocida, unos labios siempre dispuestos a los míos y a las noches de amor que provocaron la llegada de mi primer hijo.



Es más fácil hablar del infortunio de la noche en llamas
Las que dejaron mi alma en cenizas cuando rogaba que volvieran
Lamentaciones bíblicas caídas al infierno por mi pecado
Perforando mi pecho sangrante en las lunas sollozantes
De soles rojos que nunca vieron mi cuerpo tendido entre sus piernas

He podido regresar con propósito a mi elemento: la nostalgia corre fatua para ensoñarme… Pero sigue estando vacía la ovación a mi nueva vida, al hijo que crece, a mis trastornos mentales, a la esposa que soporta mi claudicante paso con tal paciencia que podría erigirle un monumento de cobre en el silencio de la habitación. La mirada de ella da calma y sosiego, su olor es tan ligero que huele a noche de invierno y café, en ella me completo como un niño bajo la falda de su madre que corre a ella cuando tiene miedo, mis miedos y pesadillas son capaces de volverme un infante que necesita protección de una mano divina, la mano de mi amada es el jardín secreto de mis fantasías cuando me toca y me lleva a recorrer los bosques húmedos del invierno. Ella me quita la amargura y oscurece mis cielos cuando se va, vivo en ella y por eso es que no le escribo, porque ya no sufro por amor, he dejado de querer salvar al amor desde que ella se encuentra conmigo, ya no araño las paredes ni me voy arrastrando por los suelos suplicando una noche más con ella, ella es mi noche y mi día, donde al atardecer nuestros labios se encuentran y juegan a ser uno por un instante.

He dejado de escribir porque la soledad dejó de ser mi compañera, desleal e infiel que me abandonó al saberse inútil, ahora la veo a veces por las calles simulando no conocerme, como si todas las noches que gozamos juntos fueran sólo una noche de amantes que se encuentran y se pierden para siempre.

Y sigo escribiendo poco a la naturaleza y a las cosas cotidianas que nos rodean:

Arde sol de otoño y quema las hojarascas que sostienen mi andar
Libérame de las cadenas del pasado y sacia con mi sudor la tierra
Me pongo de rodillas para que hagas de mi cuerpo tu alimento
Y te burles de mi cadáver cuando te ocultes detrás de los montes.

Soy un hombre decente, puedo escribir al sol, a la tierra y a mi amada, pero ¡qué poco he hablado del que me sigue! Mi hijo será un hombre más afortunado que yo, estoy seguro, mi hijo no sabrá de golpes, de traiciones a su madre y de familia rota por la infidelidad con amantes como lo tuve yo, y al igual que yo tendrá abuelos de los que tendrá vagos recuerdos, que existieron un día pero nada más, mi hijo es afortunado, tendrá un padre dedicado a su familia y al arte y a la literatura, quizás le guste, a lo mejor no, pero tendrá la opción de tomar sus decisiones por amor y no por miedo o por buscarse otra salida, el amor de mi hijo será formado con amor y no con autoridad, será más afortunado que yo.

Crece, retoño mío, que la tierra en la que tú creces es fértil
Anda y da los frutos más jugosos y dulces que con amor serás regado
Entierra tus raíces tan profundas que ni un huracán será capaz de quebrarte
Luego haz sombra donde los tuyos encuentren el mismo consuelo
Que tú habrás encontrado con tus padres.

Es difícil escribir cuando uno está enamorado de la vida, cuando ha dejado atrás las traiciones, las tristezas y soledades, mi pluma calla cuando uno ya no se embriaga por las noches y fuma sin parar mientras se inspira en la noche con algún recuerdo. No había encontrado una voz madura que escribiera sobre el amor verdadero: a la compañera de vida y al hijo frágil que dormirá en mis manos. Ese es el amor a mi esposa, no el arrebatado y visceral con el que uno ama en la adolescencia, sino aquél que se cultiva con dedicación y vocación de amar, de respetar al otro, con apertura y diálogo, fortaleciendo la confianza. Para lograrlo… seguiré teniendo vida para gastar con ella y con mi hijo que está por nacer, hasta ver que se haya vuelto un buen hombre sensible de su entorno... y aún así, mi labor terminará cuando cierre los ojos y me quede dormido en la perpetuidad del sueño de la vida.


viernes, 8 de enero de 2016

Noche de invierno


Si pudiera decirte que te he encontrado
tendida en mi cama esta noche de invierno
cuando el frío galopa sobre las llanuras
de tu presencia vacía.

Si lograra detener tu historia esta mañana
antes de retener tu partida,
no andarías descalza cortando tus pies
con los filos de mis lágrimas,
no andarías desnuda por el valle
de mis tallos de espinas
y no estaría lamiendo la sangre
de tu rastro mientras huyes a escondidas
dejándome un beso prometiendo regresar.

Encadeno mi cintura a tu vientre
mientras sudo la agonía de mi voz perdida
en el eco de las paredes y la habitación obscura.
Arrastro las cadenas durante el insomnio perpetuo
que me devora en la fantasía de querer salir
pordiosero de sueños mendingando una palabra de amor tuya.

Hacerte tan mía en el pecado de vivir
mientras pago con pesadillas tus ilusiones
de permanecer conmigo toda la vida.
He roto mis puños en las horas amargas de tu partida
y he destrozado mis costillas con las respiraciones
para darte un soplo de vida,
donde cada beso dado trae un aire de inmortalidad

para que tus raíces se sostengan en las sábanas
donde me envuelvo cada mañana
al primer rayo de sol asomado entre las persianas.
Como yo entre tus piernas en esta noche de invierno
que se quiebra en pedazos de hielo
por los que transito llevado por el deseo de mi instinto…

mi instinto es arrojar un puñado de sal
a la memoria viva de saberte más de quinientas noches sobre mí,
sobre la lápida de heridas consumidas con tu fuego
que abrasa mi garganta,
te amo con la levedad de una pluma que cae del cielo,
pero enardeces mi furia y la domas como jinete del infierno
anunciando el final de mis días.

Azótame cincuenta veces y repite mi nombre
para que no te olvide,
araña mi espalda hasta perforar mis pulmones
y respires a través de mí.
Mengua esta noche de invierno
y me colgaré de ti hasta que muera nuestra historia…

Hasta que muera el sol.