En el terreno de los “hubiera” me imagino la vida
distinta a la que tengo ahorita. En ese “hubiera” te habría detenido cuando te
vi cortar cartucho, quizá te hubiera hecho cambiar de opinión en ese momento,
me habrías pedido que saliera de la habitación, te habrías arrepentido de tomar
esa decisión, no hubieras jalado el gatillo, habrías salido de la recámara de
mis padres, me habrías abrazado; la vida hubiera seguido su curso.
Quizá yo habría terminado la prepa a tiempo, me
hubiera hecho publicista, tendría un trabajo mejor remunerado, o hubiéramos
emprendido juntos; mi otro hermano seguiría con su curso firme como hasta ahora
y con sus dos hijos, igual mis hermanas, mi madre, quizá, seguiría casada con
mi papá… a lo mejor no.
En el terreno de los “hubiera” yo no habría
estudiado filosofía buscando una respuesta al sentido de la vida, ni hubiera
leído a Wittgenstein, Nietzsche, Platón, Sartre, Schopenhauer, y otros tantos
con los que busqué respuestas a preguntas infinitas, no habría conocido a la
chica que me presentó a mi esposa ni estaría disfrutando la paternidad como
ahora lo hago con mi hijo.
Mi vida sería distinta, en definitivo, nos
seguiríamos reuniendo y yo te admiraría como lo hace un niño a un padre, te
hubiera seguido a donde fueras, te habría escuchado. Sería un borracho, no me
habría dado cuenta de mi epilepsia, no me habría sometido a psicoterapias para
mejorar mi vida, no me hubiera casado, estaría soltero, llenando un vacío
difícil de llenar, y que ahora tengo satisfecho… con mi familia.
Mi familia, de no haberte ido, y de tener otra
distinta a la que tengo, hubiera cometido los mismos errores de mi padre,
traicionar a mi esposa, ser un irresponsable, vivir como me habría venido en
gana sin tener un ápice de consciencia de que lo que hago o no, les afecta… la
vida me valdría el mismo dinero imaginario con el que Mateo paga cuando vamos a
la tienda. De haberte quedado sería una persona similar a ti, o quizás un poco
peor.
Pienso en la vida que no hicimos juntos, me hubiera
perdido de mucho intentando ser alguien distinto del que soy ahora, soy el
producto de las historias de vida que me acompañan, los libros, las canciones
que he escuchado solo, acompañado, amando, soy el producto de tu muerte, de un
corazón roto, reparado, soy ese que en el terreno del hubiera opina que su vida
sería distinta, quizás me hubiera ido yo antes que tú, quizá te habrías ido
algunos años después y yo estaría sintiendo un vacío insoportable como el que
viví cuando tenía 16 años; quizás tu mente te habría rebasado y estaríamos
visitándote en algún psiquiátrico, llevándote flores a un hospital y no a la
tumba; mi primer libro no habría sido de poemas, el segundo jamás sobre el
amor, y el tercero no habría hablado sobre ti…
Sobre ti, y el terreno de los hubiera, estaríamos
jugando ajedrez un sábado 28 de diciembre, me gusta pensarnos riendo con alguna
copa de vino mientras fumamos, a lo mejor estaríamos alejados, pero prefiero
pensar que mi madre, mi hermano y tú estaríamos juntos el 24 y el 31, porque
mis recuerdos más agradables de ti ocurrieron esas fechas en la mesa junto a mi
padre, y en aquella playa de Acapulco que nos vio por última vez reír y
compartir como nunca.
Hoy me encuentro con mi hijo, escribiendo sobre ti,
hoy te mandé decir una misa, mi hijo pagó, me hizo preguntas sobre quién es
Saúl, el tío que sabe que tiene pero no conoce más que en fotos, acabo de curar
su mano mientras escribía estas líneas, me pregunta qué hago en la computadora,
se ha sentado en mis piernas un momento para observar hablar sobre ti…
No entiendo mucho aún sobre el sentido que tiene la
vida, ni la filosofía ni la psicología existencialista me han sabido dar una
respuesta que me deje tranquilo, dejé de buscar señales sobre si aún me cuidas
o ya te has vuelto uno con el todo, o has reencarnado en alguien más, cercano a
mí.
Este texto no es pensado para hablar sobre el
sentido de la vida, es cierto, es para hablar del “hubiera”, hoy reflexiono que
el sentido de mi vida viene a través de tu muerte, y pienso ahora que tuvo un
sentido haberme quedado paralizado mientras te vi cortar cartucho, y cerraste
la puerta, escuché el sonido hueco de la bala sobre tu cráneo, sin poder hacer
nada, y a 20 años de lo sucedido ese sonido se hizo fantasma en mis sueños, te
dejé matarte porque no se me ocurrió hacer otra cosa, porque me vi superado, y
en ese terreno del hubiera, solté mi mano del cañón que te arrancó la vida…
20 años después.