sábado, 9 de octubre de 2010

Fe y resignación


Considero que de todas las confesiones que he realizado a lo largo de los últimos 10 años… este es el que más me ha dolido decir.
Siempre consideré altaneramente que “aquél que se arrepiente, no acepta la vida”, frase de algún pensador cuyo nombre no recuerdo… pero a últimas fechas, no paro de pensar en la vida que he llevado desde que cumplí 15 años, y la forma en que la vida me pasó la factura.
Hoy vengo a escribir con el alma mutilada y el corazón con menos de media tinta. Hoy me encuentro llorando desesperado en búsqueda de algún milagro o alguna señal, quizá también ha pasado por mi cabeza el tomar la pistola del buró y tragarme una bala para “no pudrir más vidas”. “Después de la tormenta siempre llega la calma”, encontré esto en una entrada al blog de una amiga, quien no ha tenido los mejores momentos este año. Y me pregunto varias veces durante el día… si he de pagar todo lo que he hecho, y esto es sólo el principio… ¿qué más hace falta por vivir para terminar con todo lo que pasa alrededor?
Alguien dijo que no es buscar culpables, sino responsabilizarse de las acciones, pero qué sucede cuando reivindicado, llega el momento del cobro de vida y tus acciones se derraman a la persona que amas…
He perdido el sueño pensando en el daño irreversible que le he provocado a la persona que elegí como mi esposa. No sabía que en el momento en que me besó, ella firmaba la condena de transformar todas las vivencias conmigo de gloria a pena. “Ni siquiera puedo recordar con gusto lo que ha pasado en las tres últimas semanas…” Hoy tuve la primera señal de su rechazo, y no tengo cara para reclamarle después de lo que le hice a su vida.
Siento como el invierno se hizo presente antes de tiempo, besos congelados, miradas de pena y lástima que no reparan en dejar libres a las lágrimas para que, vueltas en cristal, caigan a romperse como los sueños contados a la luz de las cenas y de las noches que pasamos amando. Hay un intervalo, una pausa que se muestra como un juez del infierno que castiga con el puño de su desprecio por tantos años de irresponsabilidad sexual… pero que viene a manifestarse con la mujer que sé es el último de mis amores.
No desea besarme, ni ser tocada con cariño, no acepta propuestas para hacer llevadero este mal que se acuna en los brazos de la pasión añejada; me declaro incompetente e insuficiente para la situación; no tengo nada, ni dinero para apoyarla con todos los recursos para que esto termine; y me veo con asco en el espejo, no soporto la idea de saber que prometí ser lo mejor en su vida, ser ahora lo peor que le ha pasado.
Las cosas no me salieron como las pensé a los 13 años, no estoy ni a la mitad de mis metas antes de cumplir 30 años. Y se hizo presente un hueco en medio de mis entrañas donde siento consumirme y absorberme a él como si fuera un hoyo negro tragándose el universo. Ella es mi universo, y la he arrastrado, por ignorancia, a pasar uno de los momentos más aciagos de su vida… y simplemente no puedo perdonármelo.
Pero ahora la pregunta del millón se asoma como sol en el alba: ¿y después… qué? Qué va a pasar ¿lo que pasó hoy fue un signo fatal de que esto estaba arruinado antes de comenzar? Ella, quien me entregó todo sin pedirme ni siquiera la verdad, ella, que me sorprendió varias veces con la mejor cara ante mi estado de pobreza, ella, mi mejor amante, mi mejor amiga y compañera de vida, una mujer que me ha amado con todo su ser y todo el interés… se distanció… en un principio no importó mi pasado… pero hoy sí importa, hoy el pasado regresó para recordarme que está ahí aunque yo haya cambiado… como una ola que se llevó un tronco y años después lo regresa a la playa.
Esta es mi confesión:
Yo, quien había perdido la fe y la aceptación de un ser superior; yo, quien luchó con gran astucia los mandatos morales católicos por ser una copia barata de los pensamientos griegos; yo, que con el alma mutilada y el corazón a media tinta, escribo esto al compás de las lágrimas, que se consideraba a sí mismo un muro de mármol y un puente que iba más allá del bien y del mal… hoy tengo la necesidad de sostenerme de lo divino, porque lo terrenal me ha azotado como un romano a Cristo… hoy comprendí mi fragilidad humana y mi condición vulnerable… hoy me siento tan pequeño ante la grandeza de la vida… hoy vi que soy una hormiga más en el infinito, hoy sé que nada soy porque parece que así me decidí a serlo… Esta es mi confesión y resignación más importante: hoy he recuperado la fe en Dios suplicándole auxilio porque me veo rebasado por todo lo que haya podido haber vivido… hoy regreso a su seno protector y custodia porque no encuentro más respuestas y me he agotado de tanto preguntar. Hoy regreso a él porque no tengo a donde más recurrir.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo, he releido tu texto una y otra vez. No tengo palabras lindas para ti. no sé, yo estuve a punto de divorciarme hace a penas 3 meses atras, nos distanciamos de una forma aberrante en todos los aspectos y en ese inter conoci a otro.. La vida es un desmadre, y al final me encontre rezando como tú. Espero encuentres la paz que buscas, yo tengo el alma partida en dos, aunque al final me di una 2da oportunidad, (me dieron una 2da oportunidad) y mi vida ahora es otra, me jodi la existencia por que vivo con el alma rota.

Un abrazo, no sé sean utiles mis palabras, seguro no,pero
de este lado tambien se sufre y a veces se reza.

Un abrazo,
Sofi

Pluma de Fénix Negro dijo...

Sofi... el único fin de mi escribir es que alguien más pueda sentirse identificado y saber que no soy el único que siente o ha llegado a setir estas cosas, sí importan tus palabras, créeme sí, pues en momentos como este escucho el susurro, con tus letras de que la vida sigue fluyendo aunque duela.

Robin dijo...

What can I say??? Just I love U.

Pluma de Fénix Negro dijo...

I love you too... I really do... esto que ha sucedido abre una brecha que espero sane... pero tengo miedo de que te vayas.