No
es casualidad que más de 280 guerreros se dieran cita en el campo de batalla.
Regresaron viejas leyendas y antiguos héroes que forjaron 25 años de historia,
extrañando a quienes ahora nos vigilan desde el cielo; todos ellos desempolvaron sus armaduras para
teñirlas con valor y entrega, olvidando por un día entero su individualidad para destacar la importancia de cazar en grupo, de estar unidos y rememorando a
los viejos espíritus desde el interior.
Escuadras
como Dakotas, Incas y Seris se hicieron presentes, dejando de lado el mito de su existencia para
recordarles a quienes les siguen detrás, que ellos tienen rostro, nombres e
identidad; que no son fantasmas, que antes de ser olvidados sus escuadras
gritaron tan fuerte que hacen eco en el presente, donde curiosos y conocedores
se acercaron para escuchar las anécdotas de guerreros cuyas historias aún se
cuentan en campamentos.
Otras
escuadras como Yaquis, Ashantis y Francos dieron cátedra del por qué son
grandes, Delawers, Celtas y Sajones, nos dijeron por qué ahora son ellos
quienes mandan. Samuráis, Mohicanos, Highlanders y Bretones enseñaron su forma
de imponerse. Y los que me faltan por nombrar que también van fraguando la solidez del
escuadrón Kasbek, son igual de importantes hasta el punto de alimentar esta llama que sigue viva y ardiendo tan feroz que es imposible se consuma.
Sus
almas hacen que sus corazones sean de caballeros, de sangre noble. Ellos, que
no necesitan ser gigantes para ser reconocidos como fuertes guerreros, escribieron y escriben sus propias historias, llenas de hazañas, hechas a puño
y letra de dioses griegos, impresas con sangre, coraje y sudor de saberse vivos
dentro del terreno donde se siembra comunión y se cosecha integridad. El
Olimpo, señores, quedó opacado la tarde del 25 aniversario del escuadrón
Kasbek, donde hombres lucharon como poetas y se ganaron un lugar en nuestros corazones.
Por un
ideal… ¡se vive, se lucha, se triunfa!
Seris
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