domingo, 9 de septiembre de 2012

Por ti... por ustedes


Me gusta haber nacido un día después del aniversario de mis padres: y cantar “my way”, de Frank Sinatra, a solas y a todo pulmón al punto de las 12 del 31 de agosto. Me gusta caminar largas horas cuando tengo uno de esos días que parecen de película, cuando se siente que el mundo conspiró en tu contra para hacerte sentir la caricia del infierno.
Me gusta recordar los secretos de mi infancia, y reírme de las maldades que hice; me gusta ver a los que un día fueron mis mejores amigos (as) para rememorar nuestras aventuras y travesuras durante la estancia en el colegio. Me gusta saberme un hombre que reconoce su pasado y que no se arrepiente de lo vivido, pero me gusta más saber el hombre en quien me estoy convirtiendo; me gusta ser despertado por mi madre, y que me dé un abrazo acompañado de un beso en la cama el día de mi cumpleaños; me gusta pasar los domingos por la cocina para degustar el aroma de lo que cocina mi madre, y robarle unos trozos de lo que guisa y ser regañado por ladrón de comida. Me gusta acabarme los postres que hornea mi madre y hacerla repelar y terminar riendo; me gusta saber que ella es más mi amiga, y me gusta quedarme horas platicando por las noches, o que se me haga tarde para ir al trabajo por estar chismeando durante el desayuno.
Me gusta “pistear” con mi hermano, contar nuestras vivencias de la violencia de mi padre, los fantasmas escondidos en nuestra primera casa, en la segunda, y saber que hasta la fecha contamos totalmente el uno con el otro. Me gusta salir con los primos, y terminar enamorándome de sus amigas aunque sea sólo por una noche. Me gusta robar besos y salirme con la mía; salir en la madrugada o ya en la mañana con la ancha sonrisa de haber estado sumergido en un par piernas que han hurtado mi inocencia. Me gusta que me digan “te extraño”, “me haces falta”, “te amo”, “nunca te vayas” con sus miradas perdidas en mis labios y en mis ojos.
Me gusta llegar a las fiestas solo y salir acompañado o con algún número telefónico recién guardado en mi celular; me gusta que me dejen mensajes provocativos en mi red social. Me gusta que me rompan el corazón y llorar amargamente mientras escucho las canciones con las que identifico ese amorío, pero me gusta más cuando el adiós es un acuerdo común y soltar sin mayor reproche y engaño.
Me gustan los sábados que voy a tomar clases de tanatología, y me gusta más dar clases de “aspectos filosóficos de la muerte”, en esos días donde los invito a pensarse y reflexionarse de cómo han vivido su vida y no así su muerte. Me gusta ahora el ritmo de vida que tengo: salir de pisa del trabajo para llegar a la especialidad, la plática nocturna con mi nueva amiga, llegar a la casa y servirme una coca con muchos hielos y encender un cigarrito antes de dormir. Me gusta tirar sabrosísimo la flojera los domingos en casa, y sentir el agua tibia de la ducha, dormir unas dos horas por la tarde y ponerme a chismear con la banda, ya entrada la noche. Me gusta el helado… no, me gusta mucho el helado, y comer un litro entero mientras veo una película que me emociona aunque la haya visto 50 veces. Me gusta cultivar rosas y tréboles, cuidar a mis peces y alimentarlos, verlos cazar charalitos y también acariciar a mis tortugas.
Me gustan las tardes o las noches que revientan al ritmo de la cantada y las cervezas, me gusta desvelarme bailando o teniendo una riquísima plática con vino de por medio. Me gusta tener a mi familia reunida y jugar con mis sobrinos, platicar con quien ahora es toda una mujer, y más sentirme orgulloso de ella. Me gusta comprarle cosas a mi sobrino y más construirle guaridas donde pueda tener las fiestas más alocadas en confidencia con sus peluches; me gusta cargar al más pequeño y que me jale la barba o juegue con los vellos de mi pecho.
Me gustan las noches en que una mujer se queda dormida plácidamente en mi torso desnudo, acariciar su cabello, y que me sorprendan con más de un beso que provoque el estallido del pecado premarital. Me gustan mis tardes de soledad en la pirámide del cerro de la estrella y llenarme los pulmones con aire, liberarme, sentir que respiro, que estoy vivo para ver cómo se ilumina la ciudad poco a poco.
Me gustan esos momentos de inspiración que días como hoy me sientan a escribir; me gustan las frases que se me ocurren dentro del camión y olvidarlos porque no tuve la oportunidad de poder grabarlas. Me gusta contar historias donde no hay finales felices y me gusta hablar más del desamor porque del amor nada se sabe. Me gusta el drama aunque repudio las escenas en público, me gusta el arrebato aunque sea una persona sobria, me gusta hacer tonterías y terminar con cara de pillo por mis ocurrencias. Me gusta pasarme las horas arreglando mi barba y eligiendo mi ropa, llegar como amo de la noche a las reuniones y ser impuntual porque me estuve arreglando para esa persona… para que al final de la jornada me arrebate un beso y nos arranquemos las ropas. Me gustan las libélulas, y saber que me han dedicado una novela, cuentos y muchos poemas que han sido publicados, o que sólo soy yo el lector. Me gusta el poema “Los amorosos” de Jaime Sabines, y me gusta que viejos amores me hablen sólo para ponerme una canción o porque sólo se acordaron mucho de este servidor. Me gusta que en mi proyecto de vida estén incluidas las labores altruistas… y que no sólo se queden en meros deseos de querer ayudar. Me gusta tener espacios de creatividad donde pinto en lienzos y en la pared historias de mi vida o sueños. Me gusta mucho mi trabajo, realmente disfruto lo que hago para ganarme el sustento y saber que estoy dedicándome a lo que de adolescente quería ser, pero amo el hecho de que con ese fruto destine una parte del dinero ganado para que un niño nacido en precarias circunstancias tenga servicios dentales, médicos y escolares; esto realmente lo creo una aportación y decirle a la vida “gracias por lo que me has dado”.  

Gracias a todos por darme más de cinco mil visitas a este espacio donde escribo, porque lo hago con las vísceras y sin limitaciones o autocensura.

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