jueves, 29 de abril de 2010

3a Llamada... y terminamos


Hoy decidí que no puedo estar contigo, el tiempo llamó a mi puerta y es tiempo de que lo deje entrar. Hoy me voy porque mi paso andariego ha terminado… dijiste que tenías que cerrar ciclos… y empezaste por mí. Resulta que te hago caso, tampoco vengas a dejar en mi balcón la sábana blanca de la amistad como si nada hubiera pasado, pues todo pasó.
El hecho de que decida que no me veas más… es más tu decisión que la mía cuando dijiste “yo no te buscaré”; y resulta preciso que estemos alejados y sigamos separados. Llamarte hoy fue un asunto tan indispensable como cuando te llamé para reunirnos… Hablarte hoy para despedirme fue para devolvernos libertad, atreverme a caminar sin ti, a dibujarte en mi cama, para no tocarte… para ya soltarte: hablarte hoy para despedirme de ti fue necesario como necesario me fue tu presencia que dejó de esperarme.
“Te amo”, solías decir cuando estábamos a tan pocos segundos de distancia; empezaste a callarlo, dejaste de sentirlo, y dejaste de hacerlo de hace tiempo atrás… o quizá fue la ilusión de sentirte entendida, atendida y comprendida como con nadie pudiste sentirlo. Hoy que decidí llamarte, callamos; supimos que en ese instante el mundo debía seguir y nosotros debíamos continuar… mirar hacia adelante y aprendernos a soltar.
Princesa: sé muy bien que la vida puede, tras tu encuentro, a no saber igual. No destellarán tus ojos en la mirada de la otra, ni tu risa sonará en bocas ajenas… pero en tanto sucede esto, todo el tiempo transcurrido entre nosotros, cae como hojas secas en una primavera alcanzada y alzada por otoño. Ando buscando ahorita un silencio lánguido, donde las cenizas de tus cigarros y mi humo se consuman y no sean más que un montón de imágenes sueltas que se arrastran sobre nuestros pies agonizando mientras profetizaron nuestra despedida. Y vienen a mí todos los recuerdos a tu lado, como aquél vino degustado y me es arrebatado… cosas que nunca uno llega a olvidar. Llamadas a media noche que hoy suspiran y se vuelven a encontrar con las madrugadas y las mañanas que vivieron ausentes ratos de tu voz, que te traía y te desaparecía como la espuma que se esparce en la playa tras una fuerte ola, o como una huella que es robada por el mar.
Hoy llamé para despedirme, en plena resignación de olvido de los momentos acontecidos, que pasaron, son, y de los que nunca serán más. Así te llevaré conmigo, con cada paso que me lleve a encontrarme circulando frente a tu casa, con lo que deberé aprender a vivir: pasar por tu consultorio y revivir todas las veces que iba con el más grande deseo de verte y tenerte a sabiendas que a lo mejor sería el último de nuestro amor secreto. Esto narró la crónica del amor frustrado que no tenía futuro, que sin querer supimos que no había esperanza en esta unión, donde terminé entendiendo que tú lo habías visto primero, de la misma forma en que comenzó esto, cuando llegué a ti.
Princesa, te quise como nunca había demostrado querer, te quise como hoy que me he venido a marchar… Pero callar los te amo, los te quiero y los besos, prolongaron la despedida que ya tenías agendada con mi nombre en una fecha que aún desconocías, pero que elegiste tiempo atrás.
Acudo a ella como acudí a ti por primera vez, y entraré a esa cita con el olvido así como entré por última ocasión a desprenderme de tus labios, para beberme tu orgasmo y recibir tus palabras donde jurarías que todo estaría bien. No lo está… te equivocaste…
Me despedí de ti hace unas horas, de manera formal, sin dejar que huyeras para que dijeras que tus pasos no se dirigirán otra vez a la senda que te trajo y donde encontraste una casa sin puertas, que si bien sirvió para que entraras… también sirvió para que ahora yo me fuera. Nunca un “tú también”, tras pedirte que te cuidaras, me sonó tan parco, tan vacío… pero tan sincero, fue como poner una firma de acuerdo entre dos amantes para no volver jamás. Hoy, sentado con amor, con jamás, con olvido, con para siempre y con nunca, te aviento con un beso, que callé, pero que te irá siguiendo hasta que se imponga el sol.

martes, 20 de abril de 2010

Y sin embargo...


Me veo parado
Apretando los puños
Encendiendo cigarros
Cerrando los ojos…
Recordando…
Siempre…

Últimamente cuando te beso
Tus labios saben a otro

Y viene la indiferencia
Se caen las miradas:
Ya no preguntas si te quiero
Y omites los te amo…

¿Dónde quedaron
Las llamadas a media noche?
¿Dónde pusiste
La forma de extrañarme
Y necesitarme en la madrugada
Para interrumpir mi sueño
Con canciones y versos?

Las pláticas cada vez se hacen más cortas
Los reclamos se sirven en la mesa
Y a veces el silencio se sienta con nosotros
Donde ya ni siquiera levantamos la mirada…

Sin embargo… te quiero

No estás para saberlo
Ni estás para vivirlo

Pero de cierta forma
Me alegra que estés alejándote
Para ya no perder el tiempo
Ni que éste nos guarde rencor
Así podremos irnos sin arrepentimiento,

Sólo tendremos el sabor amargo
De cada café que no bebimos,
Ese sabor característico
De los hubiera
De lo que no quisimos seguir haciendo
De la fe perdida
Del amor vencido.

Sé que nunca hablarás de mí con él
Yo tampoco de ti con ella…

Ella…

No tiene experiencia como la tuya
No besa con tu misma pasión
No tiene idea de qué es ser despertada
Con caricias…
Y no motiva mi pensamiento
Con debates de la vida
Y el psicoanálisis
Y la hermenéutica…
Es una niña todavía…

…Y sin embargo…

Me escucha con detenimiento
Me secuestra en las tardes
Para dejarse consentir a mi antojo
Y me deja quererla sin importarle mi historia
Mis defectos…

No pregunta qué siento
Se limita a vivirme por un momento

Y en ese instante borro cualquier dolor
Del pecho
El tuyo…

Siempre te dije que no te preocuparas
Por dejarme…

Hay alguien, que no es mejor que tú
Sólo diferente
Que me espera
Sin la necesidad de tener que conocerme

…Sólo entrega.

lunes, 19 de abril de 2010

Un moco de amistad


Muchas veces, la mayoría, escribo al amor, al desamor, a las ironías de la vida, a la soledad, a las personas que buscan intimidarme con su conocimiento y raciocinio, a la familia, a la muerte, a la vida… pero en esta ocasión quiero hacer una mención honorífica a la amistad, a una de las personas que ha venido a llenarme de color con su sincero y desinteresado trato; a ti, Berenice… este texto es para ti, por ti.
Es de las pocas ocasiones que pongo un nombre en mis publicaciones sin fin de lucro, pero quiero que en ésta ocasión no sea así. Desde el día que llegaste a mi vida, a compartirme tus días, tus experiencias, tus pensamientos, me volví adicto a tu mano, a tus brazos y a tus hombros. El moco de un maestro nos unió aquella tarde de verano, cuando éste rompió en llanto y nos dio algo de qué hablar. Ese moco fue tan pegajoso que, minutos más tarde, nos unió en una red mucosa de la cual no queremos separarnos.
Ahora ese moco se ha vuelto la anécdota que nos acompaña, implícitamente, en nuestras choco-aventuras y en las cien cervezas que hemos disfrutado. He de aceptar que me diste el valor, con unas horas de plática, a desprenderme de la relación que me hizo tanto daño por la necedad de querer rescatar algo que ya andaba perdido, me diste la valentía para enfrentarme con la soledad, y lo mejor de todo: no me abandonaste en la decisión, estuviste al pie del cañón para desahogar mi ansiedad que sentía de querer llamarle y regresar a la hueco donde me sentía adormecido y cómodo. Me apoyaste, me brindaste tu oído derecho, tus risas, tu encanto… y dejaste que las cosas fluyeran de tal forma que un día, sin esperarlo, una de tus allegadas me dijo que me considerabas tu mejor amigo: título que no sentí grande, título que no es un honor saberlo, sino un privilegio serlo.
La semana pasada quería darte un regalo que nadie te pudiera dar, vi las cosas materiales… pero esas cualquiera te las puede obsequiar, quise darte una aventura, pero de esas tendremos más cualquier otro día; quise dispararte unas cervezas, pero la economía no anda del todo estable y yo también quería tomar… Luego se me ocurrió ofrecerte lo mejor que sé ofrecer como regalo, sólo a ti, por ser lo que en últimas fechas me ha venido aconteciendo para ponerme de buenas, que me ayudó, sin que supieras, a desprenderme de sentimientos negativos… a desprenderme de lo que me hacía mal lejos de las relaciones complicadas que actúan como drogas y motores de mi afán por escribir.
Creo que realmente no hablo de amistad (no pude evitarlo), sino de amor, de un amor fraternal que con gusto sé decir: “eres mi niña, te adoro”. Si esta amistad nos lleva a vernos de viejos, sería fenomenal, pero hoy por hoy, quiero decirte que no camines delante de mí, podría no seguirte; que no camines detrás de mí, podría no guiarte… Mejor camina a mi lado, y emprendamos el camino que nos lleve a vivir la vida, a imaginar y fantasear cosas que podrían suceder y que nunca suceden como queremos que pasen; seamos amigos, hermanos, confidentes, la mano que la Gioconda oculta, el sincretismo de una nación confundida, nuestras sombras, nuestros “pepe grillo”, pero sobre todo, ser sol y estrella, diferente forma, lo mismo en esencia; donde me reconozco en tus ojos, y te reconoces en los míos, donde sin hablar, entendemos a qué nos referimos y ser del otro la caja de Pandora que esconde los secretos más íntimos que sólo ven la luz en pláticas que no nos hacen daño, con las que podemos jugar como niños cazando insectos: eres una diosa entre insectos, que nadie te diga o te haga sentir lo contrario, pues nadie es mejor que tú, pero tú eres diferente… marcas diferencia.
Uno de mis amados muertos me dijo en una carta antes de despedirse de este mundo: “quiero verte tomar tu bandera y emprender el vuelo hacia el sol”; hoy te dedico esas dulces palabras, pero quiero verlo en vida, ésta es mi promesa y mi regalo para ti de cumpleaños… Y los que nos faltan todavía. Gracias por existir. Estaré contigo cuando sientas que el mundo te da la espalda para divertirnos cogiéndonosla.

Happy birthday to you, how fucked are you, happy birthday dear Bere, how fucked are you! Fuck everybody, fuck you and fuck me, this world doesn’t deserve us. But I’m glad to find you and meet you here.

Con sinceridad “Tina”

domingo, 4 de abril de 2010

Entre el cielo y el abismo


Aquí estoy una vez más ante la hoja en blanco y pensando en ti. Mi intención no es otra más que de desearte buen viaje en el camino de tu vida.
He de decirte que estuve leyendo tus cartas, pero en vez de hacerme explotar en tirria, me pusieron en un estado de melancolía que se acompañaba con una ancha sonrisa. Recordé por ejemplo, las veces que te veía en tus dominios para ajorrarnos a un beso apasionado; también me acordé de las veces que sólo me llamabas para decirme “te quiero”, y en seguida ponías una canción que te hizo pensar en mí. Esos detalles, no se olvidan; así como tampoco las risas, los juegos, los orgasmos en mis manos, en mi boca, en mi entrepierna… tenerte recostada sobre un escritorio, sobre aquél sillón rojo que algunas mañanas y tardes nos vio abrazarnos… o cuando te tuve en mi cama para que mis paredes retrataran el momento más agradable que tengo contigo, donde te tomé despacio y jugué con tu cuerpo a mi manera, mientras los minutos se quedaron congelados en el silencio, perdiendo noción de espacio y tiempo… en medio, estabas tú entregándote a mis manos y a mi mente que no paran de sentirte y proyectarte ahora que te has ido.
No te guardo rencor, aunque te extraño a mares de oleajes continuos y furiosos que se estrellan en las rocas de mis ojos y en las playas de los centímetros de mi piel. Por eso, creo, he escrito tanto de tu ausencia, pues mis dedos también se resisten a la idea de haberte perdido. Muchos pensamientos pasan como peces asustados por un predador, y entre los vacíos que se dan entre ellos, me entretengo y juego como burbujas nacidas por el movimiento de las aletas. Todos sucede rápido, fugaz e intranquilo… pero todo vuelve a la calma cuando me siento en el sitio donde siempre estoy pensando en ti. Tal como sucede en algunas bahías que son protegidas por islotes y penínsulas.
Una duda, estas últimas fechas, muerde mi lengua cuando se cuela por la ventana donde tantas noches vigilé en la espera de tu regreso: ¿cómo medir la grandeza de un amor cuando éste se ha desvanecido? Me atreveré a decir que muchas respuestas han nadado en mi mente y volado en el aire que respiro, pero aún no concluyo cuál sería la mejor que le acomode a la limosna de tiempo que me diste, o a la calidad de minutos vividos contigo, y a veces pienso que fueron los sueños y los planes que nunca tocaron la realidad de la dimensión que compartimos, o bien, si fueron las carcajadas, las pláticas, el ardor que por instantes sentí que estabas tan dentro de mí, que creía que realmente comprendías esta mente que no termina de crearme… o crearte… pero ahora me doy cuenta que fue todo en su conjunto lo que me hizo adorarte pese a saber que me mentías o escondías la verdadera realidad de que nunca dejaste de amarlo.
Pero no te fijes en todo esto que digo, fíjate mejor en el cambio de color de los cielos y de los océanos, en su clarear y obscurecer cuando el tiempo pasa corriendo robando estrellas, regalando soles, tiñendo con hilos de sangre las tardes y con hebras de misterio las noches. Quiero que observes a los peces y a las aves, que notes cómo son libres en espacios tan limitados que dan la apariencia de espacios abiertos. Analiza, por favor, los trazos en el aire de las velas y de los niños que aprenden un mundo nuevo. Luego, te pediré que entiendas, entonces, que mi mente es un aleteo de mariposa, que tanto puede dar tranquilidad y sosiego, también causa huracanes para interrumpir con la estabilidad por el dominio del caos. Sólo de esta forma comprehenderás mi realidad cotidiana estando tú o no. Quiero decirte con esto que no te preocupes por mí, estaré bien; preocúpate por ti y por sacarte adelante, haré lo propio, aunque dueles, no negaré, así como tampoco niego que me siento suspendido entre el mundo y el lenguaje, pero tarde o temprano continuaré con las ganas de sonreír sin que el reflejo de tu imagen me perturbe antes de abandonarme a la levedad del cielo nocturno y de mi condición frágil.
Quiero que cuando termines de leerme, cierres tus ojos, me imagines escribiéndote, que te aferres a mi imagen y me des un beso de despedida. No quiero que llores por ningún tipo de sentimiento que esto pueda producirte, sólo quiero que después de esto, me arranques de tu vida y elimines por completo cualquier cosa que te haga enfrentarte con el recuerdo de mi ser conjugado con el tuyo.
Te pido esto esperando que encuentres la felicidad en tus días, la dicha en tus emociones y amarres a ti una estabilidad, sin dejar la fantasía, que te permita ver días lleno de colores sin importar qué tan densa sea la ausencia de luz. También te pido, que todos las momentos arrebatados por tu huida, los transformes en momentos leales para quien esté a tu lado, y que ese lazo que los une, no sea ya el de una desgracia, sino el de una gloria por haber superado situaciones como ésta, donde me serví sin quererlo, al arte de haberte funcionado como un amante.
Hoy me despido de ti, no sé si será para siempre aún, no poseo la magia para adivinar el futuro, pero sí por un “para siempre” parcial que nos permita encontrar lo que por ciertas veces creímos o sentimos haber encontrado cuando aparecimos en el cuento de los meses que se narraron al sonido de tu voz y de la mía cuando juramos que hasta después de la muerte, estaríamos unidos.
Noches como ésta sentí amarte, pero también noches como ésta siento la necesidad de tener que dejarte correr como un río, que fluye hasta desembocar en las bocas de aguas más inmensas que el tiempo transcurrido entre tu universo y el mío, donde pasé de estar frente a una hoja en blanco hasta estar perdido entre letras que de alguna forma me salvan para desearte la vida más bella que un filme o una novela pueda representar acerca del amor y la esperanza…

Con cariño

Ave Fénix Negro