viernes, 2 de septiembre de 2011

La vida es una poesía... (de los 27, parte II)

Un beso traicionero
Un alma mutilada
Un amor cobarde
Un ramo de rosas desvestidas

El alma al aire
Los brazos de una puta
El beso ajeno
Los suyos, los míos
Los de otras
Morir dos veces
Quizás una…

La saliva blanca de la resaca
El sorbo de vino enfermo
Coger y largarse de inmediato
Confundir su nombre en otra cama
La traición pordiosera

El orgullo y la maldición
Los recuerdos viajeros:
Los que mueren lento
Los que se abandonan
Los más puros
Los que lloran

Amarnos, odiarnos
Encima de todo
Ser indiferentes
Ser de otros
Ser de nosotros mismos
De la vida, del olvido

Los libros… aquellos que te duelen
Los que te enamoran
Los que te hacen pensar
Aquellos que odias
Los que no terminas…

Encontrarnos y contarnos historias
En la playa, caminando
Bajo la lluvia, abrazarnos
En restaurantes, contemplarnos

Aquí estuviste todo el tiempo
Ahora danzas desnuda
Entregando poemas
Flores, noches, tardes
Aún cuando no estás
Bailas bajo la noche en mi ventana.

El trabajo, los viajes
El amor, el compromiso
La carrera, con la vida
Con la profesión, con la idea

La muerte lenta
Encuentros furtivos
Tener sexo a escondidas
Públicas, sus piernas
Su pelvis, ensombrecer después
Con el dolor y el sosiego
Los sueños rotos
Otros nacidos con la luna
Con el eclipse de otros nuevos
O viejos…
Como los años abandonados
Como el pasado pesado
La cruz a cuestas.

Las risas con la familia,
Con unas u otras,
Las amenazas
Los perdones;
La locura, las pastillas

Mi madre, siempre mi madre…

Y ahora mi novia.

Las ex celosas
Las que engañan
Las que son amigas
Las que uno admira
Las que se odian
Las que no valen
O que valen tanto que se largan
De las que nadie sabe
Las amantes.

Los tabacos extintos
Los marlboro y los delicados
Mi delicia, mi cáncer, mi condena
El gusto por lo propio
Por lo que se conquista
Llego caminando
Fuerte, con ritmo
Con pasos de artista
Trazos de Dalí
La vida es una poesía…

Se rompen las cadenas
Se liberó a la bestia
Y a su auriga para controlarla
Con voz, con mando;
Dominando el temperamento
Dominándome a mí mismo
Sin dejar de ser libre;

Esto es lo que se vivió
Lo que cambia…
Lo que alguien cambió
Lo que otras rompieron
Lo que yo exploté
Lo que emigré

El opio, la estupidez
Las borracheras, ella, el tabaco
Las canciones, las peleas
Los gritos, las risas, los reclamos
Los momentos eternos
El futuro, el anillo sobre mi dedo
En el de ella, los suegros
Mi titulación, mi certificado en tanatología
La culpa, el perdón, la indiferencia
El tiempo… es tiempo:

A veces me amaron, a veces me aman
Otras me olvidan, yo también las olvido
Algunas me perdonan, aprendo a vivir sin eso
Me rompen promesas, hago lo propio
No importa…

Rompo mis plumas por cada una
Y me quiebro la frente
Rompo letras
Las alas por una, las quiebro todas
Me lleno, me vacío
Riego mi tinta
En los campos de los vientres
De las espaldas
Baño mis manos y mis labios
Y escribo, me reescribo
Para hacerlo hay que ver lo peor
Y lo mejor de la fragilidad humana.

Es mi lucha, mi revolución
La que se lleva dentro
la que calla afuera

Mi grito de guerra
Donde me fusilo
Donde vuelvo a morirme otra vez
En su boca…
En la mía…
Es la suya, casi siempre es la suya
Muchas veces es mía
Sí, la vida es una poesía.


De los 27; parte I


El beso de Judas fue más leal que el último beso de ella; su nombre se quema en mi boca como brasa sobre papel de un libro viejo si lo pronuncio. Quise esperarla toda mi vida aquella noche que me dijo que se iba, la siguiente, al escuchar la respiración de él en el silencio de la madruga, tronaron mis nudillos y los meniscos de mis rodillas, comencé a caerme en trozos, tuve una lesión en mi mente que aún recuerdo ese sentimiento, ese vacío en el estómago, esa espada atravesando el pecho; esa misma noche me encamé con alguien, el sexo por revancha ha sido de los más sanguinarios momentos que he tenido, sintiéndola a ella por momentos, con ganas inmensas de desgarrarla, asfixiarla, morderla… pero en vez de eso, por cada tortura reprimida cien caricias le regalaba, lloré teniendo sexo mientras la besaba. Sudé sus besos gota por gota… y terminé tendido después durante siete días en mi casa sobre la cama. Veracruz fue el primer viaje de los 27, donde escupí un amor cobarde, mendigo; no había vivido un final tan triste de amor como esa. Le siguió el resto de octubre, noviembre y gran parte de diciembre recobrando fuerza que había perdido. Afiné los sentidos y me volví un perro sin misericordia, deshice mis entrañas y mis pensamientos borrando su rastro, lo hice con fuerza, desde la zona más obscura de mi ser, me valió soltarme entre nuevo cuerpos distintos y hambrientos, todas ellas enjugaron mis lágrimas con sus pechos y sus labios, todas ellas zurcieron sus ignominiosas heridas en mi garganta, en los pulmones, en la memoria… desde la prostituta a la virgen, desde la altanera a la sometida, en cada cadera rompí mi columna vertebral, mis manos, extrayendo su veneno de mis torrentes sanguíneos hasta que sepulté su nombre en una matriz tan ajena y extraña que apenas y guardo memoria de esa mujer. Para la última quincena de diciembre, hablé con ella, borracho, embriagado de dolor, sufrimiento y coraje: hice el mayor ridículo de mi vida, rogué su regreso, me quebré y sentí morir de tristeza, tienen razón, nadie muere de amor. Al otro día, en la tarde de domingo, levanté la mirada, se llenaron mis ojos con sangre, amarla y odiarla dejó de tener sentido. La vomité durante tres días, purgué sus restos, y sacó lo peor de mí cuando volvió a buscarme.
Ella nunca sabrá cuanto la amé, quizás nunca deba saberlo, su corta aventura conmigo logró causar un cambio irreversible en mi alma: pagué con su partida mi pasado, vengado por la maldición de su quimérica conversación y trato. Al final me trató como un niño, burlándose de mi llanto, mofándose de mi existencia. Regresé a mí con más fuerza, herido, mas no derrotado; ya para la primera quincena de enero, no volví a ser el mismo, me enfermé de indiferencia, junté los fragmentos de mi ser que estaban derramados en el suelo, destruí cualquier evidencia que la delatara, aprendí a caminar de nuevo, el fuego de otros vientres secaron los océanos de lágrimas llovidas desde que su ausencia se acomodó a lado de mi cama, donde hubo más de cien veces que me desperté con las travesuras de su fantasma… hasta que me consumí y renací en una madrugada cuando veía al techo; salí al balcón a fumarme el último cigarro de su presente, donde la saqué de mí con nubes blancas; bebí después su olvido: fue entonces que se escribió una nueva era en mis páginas, escritas con la sutileza del calor de la primavera, por encima del frío de cualquier recuerdo, colocándome más allá del bien y del mal.

domingo, 28 de agosto de 2011

Y pasarán mil años más...


Hoy cumplirías 34 años
Y sólo puedo regalarte una oración
Unos versos…
Un cuento…
Poner tu nombre como personaje
Principal de mis ideas, mis novelas
De esta forma, quizás, te inmortalice
Quizás de esta manera pueda dejarte ir
Es aferrarte en mi memoria sin ataduras…

Hace 34 años nació una estrella
Que vio su ocaso tan rápido.
Tiempo no me quedó
Parar decirte cuánto te amé
Y cuanto te admiraba…

Si bien aún lo hago,
Aún te siento te de vez en cuando
Cada que me rompen
Cada que estoy solo con la noche
Escuchando Guns n’ Roses
En cada página en blanco
Antes de escribir
Y pasarán mil años más
Y no podría dejar de pronunciarte.

Hiciste historia en quienes te conocieron
Pero si he de ser sincero, mi hermano,
Hay noches en las que escucho tu risa
Tu paso fuerte
Tu sonrisa franca

Hace mucho tiempo ya que tu lugar
En la mesa fue ocupado…
Pero siempre se siente ese vacío:
En los discursos de cada año
Mi hermano enunciándote cuando se casó
En los cumpleaños de todos nosotros
Aún del niño que ha venido a alegrarnos
A darle calma a mi madre.

El tema de la muerte después de ti
Ha sido mi pan de todos los días
La razón de mis estudios
El motivo de mi literatura
Mi sentido de vida
De mi identidad…
Y en vez de estar enojado
Contigo, con la vida…
Puedo agradecerte que te hayas ido
De otra manera estaría perdido
O no…
No lo sé.

No vengo a escribirte un poema
Discursivo que hable de la vida
Del amor y la familia
O de cómo nos sobrepusimos
A tu pronta partida

No vengo a escribirte para lamentarte
O reclamarte…

Sólo vengo a darte un ramo de letras
Un ofrenda de recuerdos
Con incienso de todos los tabacos
Que no nos fumamos
De los pendientes
Y consejos que ya no me diste
Y de otros momentos que no sucedieron.

Hermano, mi padre, mi héroe…
Hoy los cielos se caen
Controlan mis ojos
Mi lluvia
Y caigo en tu tierra de luz y sombra
Para susurrarte al oído
Que me has hecho falta…

Apenas me di cuenta
Que traigo tu camisa puesta
Apenas, mientras escribo,
Noto tu alma entre mis dedos
Para decirte feliz cumpleaños
Gracias por haber venido.

Ser de viento y tierra


Es en la tierra donde encuentro…

Escucha el sonido de los árboles
El crujir de sus maderas
La caída de sus hojas
Mi pisar ligero: mi andar en tu cuerpo

Soy viento que toca la tierra
El dedo de dios sobre tus llanuras
Destructor, idea, pensamiento
Delirio…
Doy vueltas en tu cabeza
Me disuelvo en tus ojos
Y me vuelvo a ti con más fuerza

Arrancando las ramas de los árboles
Me busco a mí y a ti en los pastizales
Donde corro sin miedo, libre
Pensando y descubriéndote más flores
Más huellas, tus raíces, tus temores…

No te vayas:
Necesito de ti mi destrucción
Necesito de ti mi andariego caminar
Para expandirme hasta atorarme en tus colinas
Acariciando cada centímetro de tu fragilidad
De las ruinas de otros amores
De los míos hechos cenizas…

Haz de tus plantas los cigarros
Que en esta lluvia nocturna me he fumado
Y rómpete con terremotos
Para encontrar más sitios qué transitar,

Luego con tus volcanes activos
Hierve mi sangre
Hasta volverme liviano
Como un soplido apagando la vela
Así de ligero
Como ese beso que te acomodo en los hombros
Como el aire que se levanta tras la pisada
Concentrada de estar amando sin motivos
Para elevarte
Y no permitir que caigas.

…el mítico sendero de mi existencia.

Ser de viento y agua


No es que en el agua encuentre mi elemento…

Déjame ser del viento
No me aísles
Permíteme volar
Y regresar a ti
Las noches cuando haga frío
Las noches que me recuerdes
Cuando sientas el viento enfriar tu rostro;

Regálame una lágrima
Cuando sientas que piense en ti
Y cierra tus ojos para acariciar tu cabello
Dame diez segundos en tu mente
Y rezaré mis momentos contigo:
Plegarias al viento que escuches
Como susurros, como ecos en peñascos
Como hace tu voz en los lugares
Que aún no son visitados.

Aviéntame al exhalar
Y aprisióname en tu respiro
Déjame esconderme en tus pulmones
En tu departamento
Absórbeme en todas tus visiones
Y luego libérame de tus sueños…

En cada café, en cada cigarro consumido
En todas las veces que me sostengo de tu aliento
En el instante eterno de un beso húmedo
En la verdad oculta de un secreto a voces
De un minuto en silencio bajo las sábanas.

El único rastro que voy dejando es mi aroma:
Tabaco, café, canela y miel de escorpión,
Que estará presente cada verano
Cuando despiertes bajo otros cielos
Bajo otros techos que no son los tuyos o los míos
Y me despertarás al amanecer todos los días
Pero sin encontrarme atado a tu lado
Revolviéndome en el espacio de tus piernas
De tus brazos, labios, pechos
En cada sitio recóndito de tu piel
Mientras me hago viejo
Mientras usurpo tus memorias
Muriéndome en el tiempo

Soy tu viento que se cuela por la ventana
Frío entro y me quedo como fotografía guardada
Vuelta huracán en el cajón donde me pongas
Y sólo esbozarás una sonrisa
Y me tendrás otro momento sostenido de tu aliento.

…es que en el agua encuentro vida.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Sólo dos palabras


Muerde mi lengua
Hasta convertirla en dos palabras,
Acaricia estos músculos
Hasta volverlos hoja en blanco;

Pon tu mirada en el tintero
Escribe la historia de cincuenta veces
Bajo las sábanas
Y luego quémame con tu aliento.

Miénteme un beso
E invéntate detrás de mis alas,
Súdame un verso
Y te envolveré la espalda…

Ráyame una huella
Derrámate en mi epifanía
Muéreme si te miento
Duérmeme cada mañana

Sólo dos palabras

Quizás el origen de un verso,
El génesis de mi vida
En teatro trágico griego:
Destíname el final de mis días.

Envuélveme con tu mano

Dos palabras…
Te pido

Hazme eterno verano
De una flor en invierno

Cien poemas de amor
En dos palabras

Ciégame cada madrugada
Con tu voz de fuego.
Arrancas la última página
De mis palmas agrietadas,
La síntesis de mil novelas
Dos palabras
Inténsame un silencio
Perdido en mi alcoba

Tu poesía
Dos palabras

Mi piel tatuada
Sangre aguacero
En rojo

Letra por letra
Sólo son dos palabras
Y despierto.

sábado, 7 de mayo de 2011

Táctica y estrategia


Mi táctica no fue sencilla y mi estrategia fue muy compleja, no me bastaba con amanecer un día a tu lado y que despertaras necesitándome, no me era suficiente saber que somos francos y otras formas de sincerarnos, enamorarnos, declararnos, o conquistarte al más puro estilo de Benedetti. No, no pretendía capturarte y dejarte impresa en algunos poemas, lecturas o cartas para que te fijaras en mí… tuvo que ser más complicado que eso.
Para lograrlo tuve que conocerte en enteras pláticas renunciando a veces a mi afán por escribir y leer, no hablo de renuncia, va más allá: fue comprehenderte, hendir tu pecho y vulnerarte… al mismo tempo que anhelaba que vieras en mí quizás no al hombre perfecto, sino a un buen hombre que ahora te ama y que planea su vida contigo si lo permites.
Mi táctica y estrategia consistió en ponerte tantas trampas sutiles para que me regalaras tu alma sin necesidad de pedirla, en guardarte en el viento para que fueras libre a la hora de amarme. Mi táctica y estrategia buscaron que mis manos te rodearan la cintura y acomodarte un beso en el cuello con la única finalidad de que sintieras que lo que hago es porque ha sido verdadero.
Sé que leíste cosas de mí que te han puesto a pensar que soy un ávido cazador “Set Salazar nunca falla”, y de pronto te viste inmersa en una película de drama y romance que nunca pensaste vivir y que advertí… mas no lo hice por anotarme un punto en la historia de mis aventuras: conforme te fui conociendo he venido pensando haber encontrado a la mujer en mi vida, con quien estoy para crear, nacer, no para morir y dejarte tendida en el largo manto del olvido donde no seamos más. Aquí se encuentra lo complejo de mi táctica y estrategia: no sólo es un momento que se haga eterno, es una eternidad vuelta en un momento corto, tan ligero y fugaz que dure el resto de nuestros días.
Para enamorarte y conquistarte no basté yo, tenía que ser un poco más que yo mismo porque nada valgo, soy tan barato que me vendo a un beso tierno, un abrazo apretado si es contra tu cuerpo donde me aprisiono y quiero fundirme contigo. Nada valgo porque ofrezco más penas que alegrías, drama para sentir al rojo vivo y temblores en tu vientre que provocan asco. Aún con esto puedo decirte que te seré inolvidable si llegas a marcharte, aún con esto puedo probar ser mejor de lo que he sido y seré en la historia de tu vida y tus amores, hay una razón para esto, que no se explican en nuestros viaje repentinos, comidas, regalos y atenciones: me haces sentir vivo.
Podría pasarme toda la madrugada escribiendo uniforme, constante, los motivos por lo cuales no me da pena decirte que mi estrategia fue más complicada y menos simple, donde mi táctica fue meterme en tus sueños, en tus pulmones y en tus pensamientos diarios: no se trata de necesidad por vivir, e trata de vivir por la necesidad de hacerlo, sobre su belleza y candor, de la inmensidad de hundirme dentro de tu mirada cuando todo lo demás se vuelve un eco. Te acaricio y me caricias como el aire a la ola, como sol a nuestras sombras dibujadas al paso recorrido donde tomarnos de la mano es un hábito de confianza y seguridad… y besarnos, el pacto de dioses enamorados, donde se rompen barreras al conquistar ilusiones... como ves, esto n se trata de mí, sino de ti.

jueves, 5 de mayo de 2011

Sino tú...


Disipa el día,
Me muestras las imágenes
Libres de la apariencia;
Me retiras la posibilidad de distraerme…
Dura como la piedra,
La piedra uniforme…
La piedra del movimiento y de la vista,
Tu resplandor hiende mi armadura y mis máscaras,
Lo que tomó la mano desdeña tomar la forma de mano…
Lo que se comprendió ya no existe,
Se confundió el ave con el viento,
El cielo con su verdad,
Tú con mi realidad.

Un rostro con la caída del día
Una glorieta entre las hojas muertas del día
Un ramo de lluvia desnuda
Todo sol escondido…
Toda fuente en el fondo del agua
Todo roto espejo de espejos
Un rostro en las balanzas del silencio
Por las frondas de los últimos reflejos del día
¡Ah! Un rostro semejante a todos los rostros olvidados.

De una sola caricia
Me haces brillar en todo tu esplendor.

No sabes armar los lazos
Pones tus ojos sobre la belleza...
Fácil, qué fácil seducir
Y son tus ojos los que la encadenan…
Te apoyas sobre mí
Y sobre ti misma tiendo
La red de las caricias

Hacía falta que un rostro
Respondiera a todas mis manos de mundo.

Te levantas, el agua se despliega
Te tiendes, el agua se dilata

Eres agua desviada de sus abismos
Tierra que echa raíces
Fuego que abraza los bosques
Y donde todo se asienta;

Haces burbujas de silencio
En el desierto de los ruidos,
Cantas himnos nocturnos
Sobre las cuerdas del arco iris…
Estás en todas partes,
Tú anulas todas las rutas:
Sacrificas el tiempo...

A la juventud perpetua de tu llama exacta
Que vela la naturaleza al reproducirla

Eres la semejanza.

De todo lo que he dicho de mí
¿Qué queda?

Guardé falsos tesoros en armarios vacíos
Inútiles navíos unieron mi infancia con el fastidio,
Mis juegos a la fatiga
Han sido escapada a mis quimeras;
La tempestad al arca de noches
Donde estoy solo…

Una isla sin naturaleza
A la vida que amo…
Tú mi mujer abandonada
A la mujer siempre nueva
En vena de belleza
Única mujer real
Aquí allá

Diste sueños a mis sentidos ausentes
Con tu mano tendida hacia mí…
Se refleja en la mía

Digo ¡buenos días! Sonriendo
No se piensa en la ignorancia
La ignorancia reina…
Si yo lo esperé todo
Y desesperé de todo:
De la vida el amor
El olvido el sueño
De la fuerza la debilidad
Ya nadie me conoce…

Sino tú…

Tu nombre en mi nombre
Cae como sombras blancas
En las fauces de lobos:
Rastro de rostro
En la mirada profunda.

martes, 19 de abril de 2011

De vuelta al mar


Me desprendo del olvido sabor a sal, de escupir amores pordioseros y malagradecidos en los malecones: las últimas tres veces que fui al mar fueron sólo para vomitar desde mis entrañas traiciones más amargas que la hiel. Dejo de ir al mar para que se trague mi ser y bañe con su espuma mis múltiples heridas. El regreso a las profundidades es para devolverme las partes que abandoné en las orillas mientras deambulaba sin la orientación de alguna estrella que me guiara el camino de vuelta a mi casa.
Voy sabiendo dónde está mi hogar; voy con la mirada en alto, al frente, casi prodigioso, o simplemente seguro que esta vez estoy donde debo estar, en plena confianza de afianzarme a un amor puro, con la que sé puedo confiar con los ojos abiertos y cerrados. Me dirijo a la playa para dejarme acariciar por la tersura de su arena y no por su aspereza, me dirijo a ella como lo hago con mi pareja: así de sutil y experimentado… renovado, glorioso.
Reflexivos designios me regalan las olas y el sonido que producen y se reproducen cuando se estrellan sobre el manto de Dios en la costa: no me encamino a destruirme para reconstruirme, sino ya cimentado, propio y nostálgico… en mi más puro estado espiritual. Estoy tranquilo, con mi carrera despuntando, con la vida puesta en manos de ella, que me sonríe y me mira como nadie lo ha hecho: tan enamorada, en sus ojos se observa el reflejo de la muerte del sol por la luna en el agua. En mi memoria encallan las imágenes más dulces de mi vida después de un beso y un abrazo, también de sus lágrimas cuando me pide que no me vaya, cuando me gritan ellas centellantes que me ama como lo hace un marinero al mar… con ese sentir verdadero de oficio y pasión, que se conjugan en su pecho tan ligero como la brisa del Pacífico.
Veo nuestro primer viaje juntos, en un sueño que se enclava en la escena de la más romántica película de los años 50; de esta forma es la idea que me ha recorrido esta semana: despertar en ti, comer y beber de ti, abrir los ojos como si volviera a nacer en tu vientre de mi primera vida y morir en tu boca la primera muerte. Bella la fantasía donde se confunde el calor, el agua y el viento colándose por debajo de tu falda, haciéndonos estremecer en cada huella pintada y robada por las estelas que nos siguen de cerca.
Mi vuelta al mar contigo significa mi regreso y el encuentro de las partes de mi alma que me fueron cercenadas de un golpe de plata: puestas dentro de una botella, pero que el Señor de los mares me entrega en un cofre de coral.
Déjame llevarte al cementerio marino de mi existencia, te ofrendaré un jardín lleno con peces de colores prehispánicos del México antiguo. Permite a este hijo de la naturaleza y de la mente servirte como esclavo de tu barca dorada, del brillo de tu piel que me libera al centro de una isla nacida por los torrentes de los pasos de huracanes… sumérgeme por completo y dame la bendición de tu beso… luego deposita en mí el recuerdo de llevarme en tu alma por una gota enfrascada cuando caiga el alba.

viernes, 15 de abril de 2011

El arte de odiar


“¿Sabes cómo me queda claro que te amo?
Cuando al final del día no estás
y no hay cosa que yo quiera más que estar contigo”.

Tania Ricaño

Podría decirte en este momento que te odio más que amarte porque nunca pensé que te convertirías en lo que eres para mí hoy. Odio la forma en cómo te has metido a mi vida, en cómo cambiaste mi entorno, en las cosas buenas que me has dejado, o la forma insólita en la que pasaste de ser motivo de celos para mi madre a una nuera a quien está dispuesta a prepararle su comida para cumpleaños. Odio saber que estás tan presente cuando estás ausente, cuando con una mirada y una lágrima me doblegan hasta desarmarme completamente; odio la forma en como te acercas a mí para apoderarte de mi alma, pero más odio que me hagas reír cuando quiero enojarme: la forma que manejas mis emociones es inédita. Odio que me robes el sueño y que me preocupes tanto, tu bienestar es de las cosas que más me importa; odio planear mi vida junto a ti y que ya no pueda distraer otro destino si no está colmado contigo.
Odio nuestros viajes, el de Taxco es al que más odio por gritarme al oído que sentía por ti más que cariño, odio amarte con mis entrañas y odio saber que soy azaroso y siempre en posibilidad de perderte todos los días, y odio tener que conquistarte a diario para que veas en mí al hombre de tus sueños, de tus días y el aliento que te oxigena el corazón para que pueda seguir bombeando al ritmo del mío.
Odio sentirte tan cerca, tan distinta a mí, tan enamorada de mí; odio que tus brazos rodeen mi cuello y comandes mis sentidos cuando casi en un beso, casi me besas, casi me matas, y me vuelas, me sublimas y me cambias por otro que no soy yo porque ya soy de ti. Odio la forma en que te quedas quieta y me pones en mi lugar porque exiges el tuyo, y hasta odio cenar con tu familia y discutir con tu padre acera de filosofía. Odio que tu familia me trate tan bien porque me hace ver a futro en un sitio donde podamos envejecer y compartir pasitas tan arrugadas como nuestras pieles marchitas al paso del tiempo, donde ya no sepamos distinguir si somos niños o ancianos.
Odio saberme en un relato de Sartre criticando al amor, porque sé soy objeto de fascinación y odio más saber que te necesito todos los días, que se me hace raro e incompletos las tardes y noches que no te veo. Pero más te odio cuando no te puedo ver y no poder olerte, tomarte, juguetear contigo, coquetearte y hasta portarme mamón contigo con tal de hacerte robarme más de un beso, quizás un poco más que eso.
Pero entre tantos te odios te voy amando y armando un texto donde te reclamo mi cuerpo y mi mente, que soy una sombra blanca que sólo encuentra lugar si es a tu lado en este mundo, te odio porque te amo, al revés igualmente, en cada suspiro arrebatado, en todas las risas, fotos, películas, comidas, cenas, peleas, mis celos injustificados, miedos, sueños, fantasías, sexo, miradas contempladas durante las madrugadas, regalos, cartas, atenciones… me importas a tal grado que me he disciplinado para hacer posible el arte de amar que propone Fromm, en el arte de amarte y entregarte un poco más de mí y de mi aventurera conquista por el cielo del olvido, por el manto fugaz de coincidir contigo, en la manera que puedo escribir en tan sólo diez minutos lo que siento cuando te aproximas y la ansiedad de tener que dejarte para que duermas sola y no conmigo. Necesito verte llorar de alegría y de sentirte temblar cuando te seduzco. Odio amarte, pero amo más odiarte por todo lo anterior porque tengo motivos y razones para querer perderme contigo en el fondo del océano de fuego que arde como un incendio en los bosques canadienses cuando nos revolcamos en las sábanas de nuestras manos sin tener que quitarnos la ropa, sin tener que cerrar los ojos… sin tener que detener el tiempo.

domingo, 10 de abril de 2011

El juego


Recuperé la voz que perdí en un juego de cartas con la vida. Mi suerte fue echada en un tiro de dados, llegué a deber hasta el alma en sólo una noche. Una prostituta se encargó de arrebatarme el último de mis bienes al dejarme dormido en un colchón usado de un malaventurado hotel. Traía los bolsillos agujerados, los pies sucios, la barba crecida de días, quizás también un cierto olor a tequila que desprendía mi cuerpo al más ligero movimiento de mis extremidades. Pero como la vida vale tan poco en ese estado, me jugué la camisa y entonces perdí la dignidad… y sentí que mi existencia se arrastraba por las calles pidiendo limosna de muerte, de vida… Cosa complicada cuando tiemblas de miedo y dolor; en ese momento de ausencia de dicha tuve que voltear al cielo en busca de consuelo, pero al hacerlo me mandó la factura de lo que debía por tanto juego a lo largo de mis años. Pagué con creces hasta el último centavo que dieron mis ojos, lloré como niño y luego lloré como los hombres, lleno de coraje y con la vista al frente. Erguí mi pecho, alcé el puño y emprendí el camino, con bandera en alto, a la montaña de desafíos, tretas y juegos… encaré a mi vida en un partido de ajedrez.
No puedo decir aún que voy ganando, pero desde que te pusiste a jugar conmigo la tirada de mis fichas han caído a favor: estar contigo es apostar en un casino donde sé que me hago rico. Deja de ser un azar, trazo mi destino, me alejo del sorteo, es saber que estoy en el lugar y el momento preciso y correcto para que las cosas sucedan. El juego de conquistarte es el grito de una de mis victorias más grandes porque todo lo que quiero lo encuentro contigo: desde el estar conviviendo con tu familia, tú con la mía, hasta el estar desnudos en alguna habitación de los nichos para la pasión de esta ciudad.
Pensé en algún momento haber vivido las historias de amor más bellas… pero tienes un encanto tal que me pones a vivir al máximo cada que te veo, aún con las cosas más triviales, aún en mis defectos, explosiones y celos… manejas mis emociones como si fuera yo una bestia dócil que se sirve a tu rienda, estoy contigo, en tu mano, siendo un rey de blancas, donde escaque por escaque me muevo para matar y triunfar.
He dejado de tener la adicción de jugarme todo por nada, ahora apuesto nada por todo, me apuesto a mí por ti… si me llegara a perder, al final, valdrá la pena saber que me jugué mi universo en una canica de saberme el mejor amor que has tenido… y el mío.

Sólo un tiro de dados
Sólo un respiro
Es sólo un juego de cartas sobre la mesa,
La ruleta de nuestra vida
Que manipulamos;
La suerte cantada de la lotería…
No hay casualidades…
Coincidir en el juego de la vida
Sin retarnos
Sin ser contrincantes…
Compañeros de juego
De vida
De amor…
Eso somos en el mundo…
He ganado la apuesta
Estoy enamorado…
En esta apuesta
Mi mayor ganancia
Es cuando dices TE AMO
Fuera de juego
Pero dentro del tablero.

martes, 29 de marzo de 2011

Dejando de ser tuyo...


Vengo desnudo a pararme en medio de un claro nocturno, la luna hoy me hace su amante más celoso. No había encontrado a ser como tú, que me toca con una precisión tal que logra transportarme más allá de la tercera dimensión. Me haces gritar con tal fuerza que mis sentidos aman sentirte cerca. Enloquezco en tan poco tiempo cuando siento tus manos sobre mi piel que hierve toda la sangre y cada fibra de mis músculos. Dejo de ser tuyo por unos instantes, en aquellos donde exploto en cada roce, en cada beso desesperado cuando me voy contra ti como si quisiera arrebatarte el alma y las entrañas mientras tus dedos me hacen prisionero. Dejo de ser tuyo en ese momento. Soy de nadie, como si fuera Adán antes de encontrar a Eva, pertenezco a ese paraíso del que soy expulsado decenas de veces cada que muerdo la manzana de la discordia: cada que muerdo tu lengua o tu cuello porque no hallo de dónde sostenerme o agarrarme para arañar y destrozar lo que esté al alcance de mis manos, tu toque logra activar mi lado más prehistórico, más profundo, el primigenio, con el que puedo llegar a las cúspides más altas del orgasmo que resbala entre mis piernas. La humedad que guardas de tu cuerpo se ha vuelto el lago de fuego donde puedo sumergirme sin quemarme.
Mis ancestros saben que puedo escribir miles de poemas en honor a tu toque perfecto: me elevas, me doblegas, me dominas por completo con tan sólo pasear tu palma derecha sobre mi rostro; sí, he dejado de ser tuyo por instantes, le soy más fiel a tus manos y a tu boca cuando tus dientes muerden los labios, cuando tus uñas me recorren por completo, atravesando cada hebra y filamento de mi cuerpo enardecido por tu tacto casi divino que me baja a tierra con una mirada que se fija en mí llena de placer.
Portas un veneno tan tóxico en tu boca que me dirijo a ella en plena conciencia de mi adicción, que me llevará a la tumba, que no puedo desprenderme de ella. Muerde mi boca y libera a los demonios más sanguinarios que llevo dentro; sáciame con todo el dolor que tus piernas y cadera puedan provocar en mi vientre, aliméntame cada mañana con una palabra, muéreme y mátame con la espina de un silencio que calle los alrededores, pero regrésame la vida con el último beso de amor, en la noche, cuando tengo que dejar de verte.
Entre tus manos, tu cuello y tu espalda perderé la vida… ya he perdido toda mi alma; suicídame porque ya he dejado de ser mío, sírveme en un plato frío y cobra venganza en las sábanas que nos han protegido. No quiero dejar de ser tuyo, amárrame a ti aún cuando sientas que en pleno orgasmo me has perdido, amárrame a ti con cadenas alrededor de mi cuello, con sogas de cuatro cabos atadas a mis extremidades, móntame en un caballo de tortura y luego dispón de mí sobre tu cama como si fuera la tumba de mi agonía. No quiero vivir sin que primero me mates mil noches y cien mil más, no quiero ser mío ni tuyo si no paso por el viento que recoge las cenizas, no quiero ser tuyo si antes no comprendo que he dejado de ser mío por ser parte de ti, por sentirme tan adentro como un virus que derrota todas tus defensas y te deja tan vulnerable como un alevín en el océano, como un cordero perdido acechado por un lobo, como me siento yo cuando estoy a merced del toque de tu mano y dejo de ser tuyo y mío.

Dejo de quererte... dejo de ser tuyo... para comenzar a amarte.

domingo, 27 de marzo de 2011

Presente


Hoy murió un hombre para darle nacimiento a una estrella. En pleno duelo te sentí tomándome por atrás, rodeándome con tus brazos mi cintura y deslizar tus manos sobre mi pecho mientras pisaba flores de jacaranda. Me interné en una plática acerca de que el arte del amor tiene su fundamento en la disciplina, y volteé a mi costado: estabas escuchándome atenta mientras perdías tu mirada en la boca que te robaste desde el primer beso. Sostuve un diálogo en el balcón con el viento que versaba en el olvido, entonces te sentí más próxima en estos pensamientos ya tan tuyos desde que decidiste secuestrarme el alma cuando me quitas el aliento.
Pasé muchas noches sentado en la cornisa de mi casa llorando a la vida… esta me sonrió y te bajó en forma de estrella, entonces me devolvió la confianza y las ganas de amar entero… cada caricia de tus dedos recorriendo mi boca han servido de cura para mis labios agrietados, para mi vista marchita, mi voz ronca… Mi corazón es un libro abierto de un escritor que llora, cerrado, es una historia que espera, en fuego un espíritu que perdona; en cenizas, un cambio inevitable para renacer en hojas blancas que caen como gotas de lluvia para que un poeta cobre sentido de vida.
No soy poeta, aunque muero por serlo para acariciarte con letras sin que seas violada por mis palabras; tampoco soy novelista y mucho menos un triste cuentista: no soy escritor, de serlo estarías atrapada en un texto donde vivirás por siempre… No te quiero para siempre, te quiero ahora, y mañana… quizás hasta que mi cuerpo se haga estrella, pero para eso no debo ser un escritor que se engaña idealizando a un amor que no existe. Debo ser sólo un hombre que sepa enamorarte todos los días sin que dejes de amarme, debo ser solamente yo para amarte en libertad; sin embargo, todas las noches soy prisionero de la sombra grabada en mi colchón, de las huellas en las Catedrales que atestiguan nuestro andariego, de las risas y las lágrimas desatadas que corren como Aurigas que revuelven el día con la noche… Soy más tuyo que de la energía del universo, y soy más mío cuando siento tu cuerpo apoyarse en mí después del trabajo.
Eres más real que mis sueños: te puedo respirar, tocar y viajarte de polo a polo incansable andante de los caminos a Roma. No eres una necesidad, ni un refugio; eres la otra parte que no me hacía falta, tampoco la mitad que buscaba… Eres un valle entero donde no me pierdo si de pronto veo que nada hay alrededor; eres esa otra parte entera con quien encuentro motivos sin buscar razones: el punto de partida… y el punto de llegada.
Has venido siendo esa mujer sin dejar de ser niña, quien me mantiene en la tierra caminando… me olvido de volar porque no tengo alas, aunque confieso que al cerrar los ojos cuando siento tu boca escapo como Fígaro del laberinto de mi existencia; te has vuelto no sólo la mejor parte de mi día, sino mi día entero al saber que correspondemos al otro, al sentirnos seguros de cada paso dado, de cada plan que vemos desprenderse de los sueños para caer al suelo y verlo parte de nuestra relación, de esta vida que se ha encargado de bendecirnos aún en las peleas que terminan en un abrazo con tu rostro acomodado entre mi cuello y el hombro. Nos bebemos el llanto del otro cuando la sed de sentirnos amerita disculpar nuestra humanidad… la sensibilidad de ambos es lo que nos mantiene suspendidos a centímetros del suelo sin perder jamás el piso.
Somos caminantes que han visto situaciones amargas en el patio de la vida, exploradores que han subido cúspides verticales y viajeros del pasado proyectados en el futuro que realizan su presente mirando atardeceres que alumbran días obscuros; con esto te digo que la luz es mi elemento, eres esa luz que me dio la orientación… esperanza puesta en el filo del sol tras la tormenta, la ciudad donde decido detener mi sangre viajera. Encuentro en ti los elementos precisos que necesito para crear vida… tú.

martes, 22 de marzo de 2011

Café con aroma de ayer...


“Hoy toda la espuma de mi capuchino es para ti…”

Hace unos días leí esto en un blog de una ponderada amiga. Esta frase cayó en mí como aquél que tiene un recuerdo vago de su pasado, de esas veces que uno camina por la calle y escucha, huele, ve, o siente algo que le activa la memoria. “Quisiera que alguien se acordara de mí de esa forma”; pensé de inmediato. Seguro estoy que sí hay quién, y que es tanto que ni le alcanza el valor para marcarme y preguntarme cómo va mi vida, o expresarme que me ha extrañado como a nadie antes. En esos aromas del café, uno va descubriendo memorias de lo que un día pasa y al otro se va, mentiras que son tan verdaderas que duran lo que una unión falsa debe durar. Con bigotes llenos de espuma y un tabaco en la mano izquierda, estoy sentado pensando en las promesas que rompemos a lo largo de los años. Todo se vuelve tan efímero como la espuma de un capuchino… todo vuelve a ser parte del flujo de la vida, y aunque pareciera que todo es caótico y cambiante, en eso consiste su constancia y perdurabilidad. Nada se detiene, el mundo gira, mi café servido en su punto sublime de ebullición, regresó a la temperatura ambiental y está a punto de acabarse. Y seguimos recordando amores que se escapan en la presencia de otros más viejos o más nuevos, sin respetar órdenes alfabéticos o importancia emocional-sexual. Soy tan efímero como la espuma de un capuchino…
Quisiera que alguien se acordara de mí de esa forma y me pregunte qué es de mí, que me marque y me busque para decirme “te extraño tanto”… Pero quizás me falto ser más hombre o más sabio para lograr que alguien de mi pasado me guarde tanto cariño como para llorar de alegría por el gusto de haberme tenido en su vida. Soy víctima de la lectura del blog de mi amiga… y de su taza de café, de la espuma de su capuchino… de su recuerdo, y se me inundan los ojos por saber que soy vulnerable a los encantos de nuevos recuerdos, nuevos pasados que se van acomodando como rompecabezas en mi mente, donde cada pieza es fundamental para la estructura de mi vida, aunque en berrinches he aventado el tablero y recomenzar a construirme para acomodar de diferente forma mi vida: lo que debo callar, decir, lo que no hice, hice y/o debí o no decir… Son infinitas las formas de la espuma de un café capuchino que me he perdido viendo en cada burbuja una memoria de mi vida que desaparece conforme truenan por no soportar la caricia del aire.
El aroma del café es uno de los más nostálgicos, quizás superado por el vino, pero son de distinto sabor; el vino recuerda pasión de amor y odio, el café hace que uno recuerde pláticas, apapachos, rupturas quizás que se forjan en acuerdos como “será mejor dejar de vernos, estamos mejor así, lejos”… quizás por eso quiero me recuerden de esta forma, con una cálida sonrisa de aceptación que dos personajes de diferentes novelas coincidieron en la mano de un escritor. Pero la vida no viene como uno la pide, sino como a uno le toca, no es como pedir un café… y aún así, no estás seguro de lo que el mesero te sirva te va a gustar… sólo quiero que me recuerden de esta forma, con el sutil, amable y penetrante aroma del café.

Porque los sueños son tan livianos como espuma… tan frágiles como la vida… tan ricos como una buena taza de café capuchino.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Tenías que ser tú...


Tú…

Tú mataste a la última estrella de la tarde

Te has vuelto el motivo para rodearme de la noche

Tenías que ser tú…

Quien llenó de visitas mi ventana

Si supieras cómo aliviaste la mirada que pongo en la luna

Si al menos pudiera explicarte tu brillo en cada estrella

Tú… tenías que ser tú

Quien dibujara mi sonrisa por la mañana

Quien con una lágrima sanó mis viejas heridas

Tú…

La esperanza de ver caer el día para encontrarte

La razón de mi pisada sostenida en el adagio de mi vida

Tenías que ser tú…

Quien me enamora todos los días

Quien calma mis demonios tomándolos por los cuernos

Tú… tenías que ser tú

Que con su cuerpo me hierve la sangre

Que con su mirada me pierdo en el infinito en un instante

Tú…

La que he sentido latir largos minutos sobre mi pecho

La insólita forma de vivirte tantas veces en un beso

Tenías que ser tú…

Quien no me importa ver para saber que estás presente

Quien con un sólo dedo calló mi rabia

Tú… tenías que ser tú

Que con sus piernas traza las sombras de mi camino

Que es capaz de tomar mi mano para guardarme secretos de niños

Tú…

La que inventa formas de expresarme la manera de perder control sin hacerlo

La toxina necesaria para que mi sangre esté colmada mientras duermo

Tenías que ser tú

El incendio que detiene el viento de este tornado

La llama robada del Vaticano

Tú… tenías que ser tú

El orden de mi mente, la estabilidad de mis emociones

Sólo tú podías lograr tranquilizar mi temperamento insaciable

La mujer que no es de mis sueños… sino de mis realidades

La bendición de mi abuela antes de morir

Tú… Regalo celestial en el frío infierno…

Tenías que ser tú el primer rayo de luz en el silencio del invierno.

1er Viaje del año


Una noche antes de salir al primer viaje de este año, llegaste por mí en tu carro obscuro… la única intención era vernos, quizás unos besos húmedos que nos llevaran a imaginar también. En medio de la nada, en la espera de que pasara una insospechada lluvia sobre Insurgentes, los vidrios se empañaron. Tu aliento, el mío, las respiraciones agitadas, tu cuerpo. Dios, la delgada línea de tu espalda, la fina silueta de tu piel morena sometieron mis sentidos hasta transportarme a un jardín donde sólo se oye el viento acariciando los pastizales.
Pero el tiempo no apremiaba y me exigía partir hacia Guadalajara. Sentía el aroma de tu entre pierna en mi mano toda la noche mientras estaba sentado en el asiento del autobús. Vi los autos pasar con la misma rapidez con la que robé el deseo de abrevar de tus manos la miel de tu sudor interno. Esa noche, apenas cerraba los ojos y te veía sosteniéndome el rostro, soportando la mirada fija en un silencio que nos reconoció un lazo más allá de lo que hemos probado. “Empieza nuestro momento”, pensaba constantemente camino al hotel. Me quedé dormido sobre la cama, sin taparme, me bastó el rastro de tus manos viajeras en mi pecho. Desperté y era hora de emprender mis actividades; fui con mi madre a ver la Virgen de San Juan de los Lagos, nunca he sido un hombre devoto y siempre he debatido acerca de la fe, pero en una luz milagrosa también hice oración y pedí perdón por los actos de patanería a lo largo de los años, demandé grácilmente se me fuera perdonado por hacerme odiar con la única intención de seguir con mi vida hacia adelante: no quiero guardar rencor, pero es lo único que me dejaron sentir, donde la verdad al final hizo que fuera mentira todo desde el principio. De regreso, unas tazas y unas postales atravesaron mi andar para guardarte en objeto-imagen el momento en que me hallaba pensando en ti, en donde soñé despierto que me alcanzabas y me tomabas por la cintura, juntando tu cuerpo con mi espalda y responderte al son del beso lento que nos damos a lo largo de las calles que la ciudad atestigua.
Camino hacia Aguas Calientes, la extraña sensación de querer que estuvieras a mi lado, acompañándome se recostó sobre mi hombro. Pude sentirte tan próxima otra vez sin la necesidad de que estuvieras presente. Te quedabas casi quieta, con tus dedos juguetones enredándose en mis brazos, como siempre, o como nunca… no estabas ahí, pero era como si la memoria cobrara vida propia haciéndome vivirte de nuevo, como en las salas de cine donde te acomodas en la cuenca de mi brazo, clavícula y tórax. Caminando por las tierras de San Marcos, visitando la espectacular arquitectura de sus Catedrales, te hallaba en cada imagen y en cada grieta de ellas, llamándome, mirándome sonreír, sonriendo… siempre sonriendo. Tienes un encanto similar al del dulce de leche que compré para ti y que te los devoraste en una sentada; me dijiste claro: “no te quiero compartir ni en pensamiento”, pero los dulces fueron quienes resintieron tus celos al ser muertos para hacerte acordarte de mí y de mis ocurrencias.
Ya entrados en la hora del Dragón, el último sol de ese Estado alumbró mi rostro pintándolo de naranja y amarillo, en él me perdí por un instante mientras el autobús avanzaba directo hacia Querétaro (sol más bello postrado entre los montes y el cielo no había visto desde hace mucho tiempo). Entre la perdida entre el universo y mi pequeñez, escuché un murmullo del delirio que habías dejado en los oídos: “te quiero mucho, bicho”… Dormí profundamente sin registrar sueño alguno. Al despertar, las luces de la Ciudad de Querétaro alumbraron mis pupilas para dejarme acariciar por la tranquilidad de la noche. Cené en un restaurante colonial que apuesto te hubiera gustado… pero no estuve solo, tus mensajes me acompañaron durante la toma de alimentos, me subiste al taxi, también, y manejaste todo el camino hasta subir al Estado de León.
En León, visitando a mis parientes, hablé de ti como la mujer que vino a robarse el pensamiento y a quien le entrego mi libertad. Platiqué con mi madre de la familia, del sexo y del perdón… el problema hacia el otro, el que se vuelve objeto de fascinación y el amante que persigue, hablé sobre la imposibilidad de los humanos de llegar a una verdadera comunicación, el problema del otro comienza por el oído, según Levinás, de hacerse escuchar y de escuchar, no actuar en principio individualista… Las horas siguieron avanzando hasta acomodarnos en las almohadas.
Regresamos a Querétaro para salir con dirección a la Ciudad, sentía mi cuerpo suspendido por las pocas horas de sueño de casi toda la semana y el desgaste del viaje, aún así sólo quería llegar e ir a verte, darte los puños de regalillos que atrapé con una red para mariposas: desde el borreguito de peluche todo sucio que ya nadie iba a querer y que lo iban a tirar a la basura, hasta los aretes y pulseras que usas casi de diario ya (no hay mayor satisfacción en regalar que usen lo que se da). Sólo quería llegar para besarte, mis labios tenían necesidad de sentir los tuyos, mis manos perderse en tu espalda, tus piernas, tu rostro, querían conocerse y reconocerse en tu piel de fuego morena, mía, tu cuerpo tan fino como el de la arena en el fondo del océano, tu cintura diminuta, tu lengua incinerada… mi cuerpo reclamaba sentirte después de 72 horas de ausencia. Pero quienes más te extrañaban eran mis ojos y mis oídos, puestos en la mesa una vez que te tuve de frente, tranquilos, casi nostálgicos… algo pasaba en aquellos instantes más grande que nosotros que se nos olvidó decirnos cuánto nos habíamos echado de menos.

lunes, 21 de febrero de 2011

Jubilación de mi viejo colchón


Porque llegó el tiempo de jubilarte, de darle paso a lo nuevo… de dar la bienvenida a mi nuevo colchón. Voy a extrañarte, en ti dejé las mejores experiencias de mi vida sexual, de la emocional también. Comenzaste silencioso, terminaste quejándote en cada brinco… Fuiste testigo de noches apasionadas, alborotadas y sostuviste cuerpos hermosos, orgasmos que hicieron lagunas en tu tela. Fuiste testigo de tantas promesas de amor, de reproches y lágrimas. Cómo no hacerte una mención esta noche que me despido de ti. Por ti, que acariciaste pechos desnudos y espaldas húmedas, que te burlaste de mí en cada lágrima cuando busqué refugio y me expulsabas gritándome: “levanta la cara, tu corona no debe caerse”. Más de una treintena de cuerpos ardientes retozaron sobre ti, algunas masacraron tus vísceras con los movimientos de sus caderas; algunas no querían irse de ti, otras sólo usurparon por momentos el lado izquierdo de tu ser.
Si tan sólo hubieras podido hablar para despedirte, si al menos tuvieras vida para que platicáramos por última vez todas las anécdotas que habitaron en ti… de aquellas hermosas pieles: de la más virgen a la más puta, de la más entregada a la más reprimida, de la más expresiva a la más callada… de mi primer amor, las que regresaron por sentirse amadas y por la última que nos traicionó. Eres más parte de mí que cualquier otro objeto en mi corazón, fuiste mi mayor confidente, amigo y cómplice de las travesuras que hice: derramarte vino, atar cuerpos, pétalos, desayunos servidos y fuiste el más poderoso escenario erótico, dramático y romántico que cualquier hombre puede pedir: hasta tres a la vez, dos el mismo día en circunstancias distintas… Mas terminaste rompiéndote porque nada es para siempre, porque te rasgaron tantos amores como a mí… porque fuimos uno y ya no podía repararte, tampoco reemplazarte, pero es necesario que te ponga en un sitio donde nadie, absolutamente, pueda recostarse en ti.
Frases como “nunca te dejaré”, “te amaré por siempre”, “eres un cabrón”, “no sé qué hago aquí”, “cómo recordarás esto cuando se acabe…”, “fue un error haber venido”, “podría quedarme a vivir aquí toda la vida, contigo”… y otras tantas más que fueron onomatopeyas y gritos de locura y éxtasis; bebiste más sudor de lo que yo he tomado vino.
Pero es tiempo de abandonar mi pasado, tengo a una persona tan grande que no me atreví a ponerla sobre ti, llegó el momento en que ella sea sostenida por alguien que no tiene memoria, es preciso que ahora este aprendiz se convierta en maestro cuando viva su historia, pues no pienso que ella sea afectada o atentada por nuestro pasado. Esto que te escribo, es para decirte lo maravilloso que fue tenerte los últimos 12 años conmigo… esos años… no por remordimiento o pena, pero finalizan contigo.

Para ti con desprecio


Uno, a lo largo de la vida, recopila frases de desprecio para quienes rompen nuestros corazoncitos… o que nos dedican por hacer lo mismo. Por tanto me atrevo a exponerles las 10 frases más ardillas que han cruzado por mis oídos:

10.- Skwicle stwicle squicle skrwicle (quiero mi bellota). Aaaaah, no, a estas no me refería.

09.- Cómo no eres hombre para romperte la madre…

08.- Valió más una noche pagada con ella, que quinientas contigo.

07.- El amor se trata de ensayo y error hasta que encuentres al / a la bueno (a): yo fui tu ensayo, tú fuiste mi error.

06.- De saber que te gustaba ser tratada como lacaya, jamás te hubiera tratado como princesa. (O lacayo o príncipe, respectivamente, según convenga).

05.- Es bueno que te fuiste… estaba haciéndome alérgico (a) al pelo de gata (o).

04.- Lo más absurdo que hice contigo fue ofrecerte océanos, cuando tú sólo podías dar ríos.

03.- Al compararnos en la calle, sólo servías de variedad.

02.- Como me gustaría arrancarte los ojos en este momento… pero no, cómo podrías verte al espejo la cara de idiota que tienes…

01.- No importa qué tan malo (a) haya sido… sigo siendo demasiado bueno (a) para ti.

Pues este es el primer compendio, conforme pase el tiempo, estoy seguro que escucharé más y vendré con ustedes mis atormentados y atormentadores para compartir más frases del día que uno escucha a lo largo de las jornadas.

jueves, 17 de febrero de 2011

Eres


Risas que se convirtieron en pláticas; pláticas que fueron siendo esperadas por la noche; noches que robaba tus sueños, sueños que me dieron sonrisas; sonrisas que se transformaron en encuentros, encuentros que vieron comidas, comidas que cerraban en cines, danza, cenas… En un sitio italiano donde te pregunté si estarías aquí mañana, conmigo… te pedí ser mi novia al clásico estilo de niño. Fue un juego entre pedir el anillo y firmar tu presencia después de contemplarnos por un momento, juntos: me besaste con tal cariño que terminé olvidando a la gente a nuestro alrededor, sin ser uno mismo, fuimos uno, del otro, libres de juicio… como si fuera calle, cmo si fueras mi caminante.
No necesitaste ser diosa para devolverme la luna.
No tenías que pretender ser curandera para aliviar mis heridas.
No eres amuleto en mi vida, pero te has convertido en mi ángel.
No requieres ser comediante para hacer mi risa estallar.
Tampoco debías ser mi primer amor para apoderarte de mi juventud.
Llegaste a mí como chispa perdida en un incendio.
Vengo a ti ardiendo como tabaco consumido en tu boca.
Estás aquí porque así tenía que ser; porque el destino es bromista, porque no creemos en casualidades, porque somos tan diferentes que tropezamos con las mismas palabras.
No necesitaste ser historiadora para narrar los hechos de lo que parecía insólito.
No necesitaste ser periodista para informarme todas las mañanas que estabas conmigo.
No necesitaste ser bióloga para entender mi química y mi quimera.
No necesitaste ser psicóloga para comprender mi miedo en el medio desenvuelto en la experiencia.
No necesitaste ser filósofa para levarme a la locura del pensamiento.
Tampoco necesitaste ser abogada para pactar con una caricia allanamiento a mi morada.
No tenías que ser escritora para transportarme a otro mundo.
No tenías que ser auditora de hacienda para compartir mis logros contigo.
No tenías que ser maga para sorprenderme con tus actos.
No tenías que ser matemática para resolverme en una ecuación.
Tampoco tenías que ser astróloga para explicarme el poder de una estrella.
Eres mi astro que brilla por sí sola.
Pero yo debo ser astronauta para regalarte un ramo de astros nocturnos que iluminan tu sonrisa.
Debo ser reverendo para envolverte con una oración cuando mi mano habla a través de tu voz.
Debo ser fantasía para acomodarme en tu imaginación
Debo ser sombra para ser tocado cada mañana con el rastro de luz que dejaste en residuo la noche anterior.
Debo ser agua para evaporarme con tu calor.
Debo ser tierra para darte lugar donde puedas expandirte.
Debo ser fuego para combatirte hasta terminar en cenizas.
Debo ser aire para alimentarte con bocanadas de viento y darte vida en un soplo de adviento.
Si pudiera ser algo en este momento preferiría ser humano: errar, dar sentido a mis palabras, y luego morir en la esperanza de aquél que quiere ser todo… pero que es nada.
Si me dieran a elegir, seleccionaría ser letra, y que juegues conmigo en un texto abierto, con la que puedas usar y crear todos los días nuevas formas de expresión.
Si al menos alguien me preguntara qué quiero ser por un día, diría que quiero ser melodía; así podrías sentirme recorrerte desde tu interior y salir por tu mente cada que me escuchas y me bailas en una emoción, en un sentimiento que rige tu sangre y se apropia de imágenes fraguadas de aprisionarnos entre los brazos.
Mas debo ser tinta para derramarme en tu lectura…
Pero no necesitas ser poeta para convertirte en mi poesía.

sábado, 12 de febrero de 2011

Febrero 15


Algunos pretendieron subirte al cielo… yo lo haré, y no necesito ser piloto de aviones o astronauta para lograrlo. Otros dijeron que te llevarían a las profundidades del océano… sin ser buzo o navegante nos perderemos en las profundidades de los abismos del deseo. Algunos más pudieron darte flores… pero yo lo que quiero es plantar un jardín de sueños y emociones para que, cultivándolos a diario, pueda darte flores silvestres de amor y sonrisas que abran con el amanecer. Otros tantos te dieron recuerdos de los cuales no puedes deshacerte, yo quiero darte vida para que no tengas la necesidad de recordarme, sino de vivirme. Quizás terminaste deseando no querer a otro porque la última persona no fue cuidadosa al entrar en tu pecho… sin querer sacarte su historia, tú misma la borrarás cuando me escuches susurrarte al oído el verso más puro que me dicten los dioses en el momento de rozar mis labios con los tuyos.
Al estar contigo no pretendo tratarte como princesa, sino como la mujer que quiero a mi lado; no tengo intenciones de servirme a ti en un trabajo de tiempo completo pensando en ti, quiero darme a ti en plena libertad de confianza, donde esbocemos felicidad en nuestros rostros mientras caminamos de la mano y en silencio.
Muchos cantaron hermosas coplas, sobrios y ebrios… pero nadie tendrá la genialidad de componer baladas bajo tu ventana sin tener que estar en el frío de la noche esperando a que salgas y me avientes una rosa: he de ser trovador de dos siglos atrás para cortejarte como pretendo, en tiempos modernos donde queda olvidado el romanticismo que se vivió en aquel entonces, con esa pasión que devoraba a los artistas, con esa pasión que siento al besarte, arte, darte, cuidarte y amarte… Arte tiene la terminación exacta para expresar en toda la extensión de la palabra mis intenciones contigo.
Puede que no creas lo que te digo, sin embargo, ha quedado demostrado a lo largo de los días que nos acompañamos; cada noche camino a tu casa es recorrer el sendero de la desesperación y calma por la ansiedad de callar el grito de mis manos que me demandan constantemente que las ponga sobre tu fina espalda y pintar en ella las llamas más ardientes que ni el infierno conoce. Podré no ser brasa ni demonio, pero te quemarás hasta derretirte entre mis dedos, mis muslos, mis brazos… por sobre todo mi cuerpo terminarás diluida hasta volvernos uno, en el misterio de la tercera epifanía de gloria: haré que el apocalipsis sea una bendición para almas como la nuestra.
Has vengado mi sonrisa arrebatada por la experiencia, y no importa qué me tome, o cuánto, para tener la prueba de Sísifo puesta en tu puerta como recompensa. Estaré a tu lado aún cuando el mundo esté extinto y la vida se vuelva un absurdo, cuando la roca del pasado caiga desde la montaña: es en ese instante que nos burlaremos de las divinidades que nos castigan por haber tardado en encontrarnos, nuestra gloria estará impresa en este día donde, sumergidos en el fuego de nuestras miradas, contemplemos el paraíso que se pacta con un beso largo más allá del bien y del mal.

Esta fecha, jaguar, quizás no signifique el momento que nos vimos… sino el momento en que nos detuvimos a vivirnos.

Después de... mil promesas


Después de mil promesas rotas, cumplo con la última...
Para olvidarte tuve que arrastrarme por los rincones de mi casa ahogado en alcohol. Tuve que llamarte para hacerte partícipe de mi dolor; tuve que amarte tanto hasta llegar al grado de odiarlo, de odiarte, de vomitar mi rencor por tu cobardía; luego tuve que ser cobarde para no verte más y no querer saber de ti. Después tuve que enredarme en otras manos para lavar mis heridas y maldecir tu nombre que se escapaba de mis labios cuando estaba con ellas: tuve que amar odiarte con la misma intensidad con la que un día dije “te amo”. Temblaron mis entrañas cada vez que sabía de ti, y entonces decidido aprendí a vivir sin ti, pero sin acostumbrarme. Quemé mis labios con el veneno de dos cajetillas diarias, te arranqué de mi piel con la aspereza de viejas sábanas, las tiré y lloré como si te hubieras muerto. Levanté dos plegarias para que sufrieras como yo, sin arrepentimiento de hacerlo, me abandoné a la trampa de dos viejos amores para amoldar mi alma de nuevo, zurcir mi corazón y permitirte ser mi mejor error.
Poco a poco comencé a sentirme bien, y las cosas en mi vida mejoraron: abrieron la esperanza y floreció la ilusión. Dejé de necesitarte, amarte se volvió tan molesto como el zumbido de un mosquito en lunes por la madrugada: encendí la luz y lo maté sin sentir la menor culpa de asesinato. Abrí los ojos, me puse de pie, sonreí, me miré en el espejo, cerré los puños… y escupí lo que quedaba de tu amor en el escusado.
Así fue como te vi un día y pasamos casi lado a lado sin que me reconocieras, dejaste de afectarme y comenzó así la mejor parte de mi vida. Un futuro que pestañeó para volverse en presente, tenías razón, no cabías en mi vida, “por muy malo que yo haya sido, sigo siendo demasiado bueno para ti”. Tan sólo de pensar lo que me hubiera pasado a tu lado, me río y agradezco que te hayas largado de mi vida, ya no agradezco el haberte encontrado. Así puedo estar ahora tranquilo, sin miedo, contento porque la balanza de la vida se inclinó a mi favor.
Ahora vete al lugar de los muertos, sé otra más de mi memoria, no quiero ser tu amigo, ni siquiera tu olvido, prefiero ahora no saberme en tu vida, no vale la pena más verte danzando desnuda por mi cuarto, en mi baño, en cada una de las imágenes en los sitios que enlazábamos nuestro cariño, que ahora compartes con él. Mi mayor triunfo es... el haber quemado mi historia contigo como otra más en mi vida.

lunes, 7 de febrero de 2011

Del primer beso


El primer beso robado, el segundo dado, el tercero otorgado… los demás buscados, encontrados y esparcidos a lo largo del tiempo que por momentos nos seducían a cerrar los ojos e inventarse en una hoja en blanco. No importa de dónde venimos o a dónde vamos, sabemos dónde nos encontramos y parece que ahora es lo que nos importa. Lo demás se irá dando como los besos arrancados en algún callejón en penumbras. Silencios que se rompen en el marco del miedo y el control.
No hay prisa, tenemos más días, más meses, años… nos enardecemos y enfriamos como si fuéramos un par de velas encendidas hasta consumirnos, nos damos forma y nos deformamos constantemente aplicando una caricia leve, un beso de despedida, abrazarnos al vernos se vuelve el momento adecuado para callar los “me importas”, y quizás algo más. Cuidando lo que decimos, pero que sabemos de cierta forma: “si queremos decepcionarnos, mejor voltearemos a otros lados”, porque aquí, desde nuestro mundo, no será.
Muchas veces decimos “te amo”, y “para siempre”, “como nunca”… y hasta la fecha esas personas que juraron, incluso nosotros, amor eterno, no están. Abandonados en nuestras conciencias a través del tiempo, pero sólo ahí. Nada de eso importa, porque tropezamos, comenzamos y ahora estamos, de pronto, caminando de la mano sin saber que lo haríamos.
Quiero que me lleves a ese sitio etéreo de tu cuerpo, que ha tomado a filósofos, pensadores, sabios y locos a preguntar: ponme en tus manos y dirígeme a tu alma. No tengo la mínima intención de romperla, corromperla y aprovecharme de ella, puedes estar segura. Las experiencias nos han puesto en ese sitio donde no pretendemos seguir experimentando, sino querer bien, sin mucho o poco, donde las palabras alternas son eso, sobras.
Tómame al lugar donde puedo crecer, desarrollarme y procrearme: quiero que tu corazón sea esa manzana por la cual los primeros padres fueron expulsados por querer ser más grandes que Dios. Déjame ser ese fruto que es tentación para tus labios, pruébame una y otra vez, expúlsate del paraíso y ven conmigo a tierra. Condenémonos y seamos vulnerables a nuestro encuentro, que nuestra realidad sea como todas las demás: así de diferentes, así de únicas. Perdámonos en ese ciclo eterno y luego volvámonos a encontrar sumergidos en las llamas para expiar nuestras culpas.
Bésame una vez, dos, tres… multiplícalo por millones que nos debemos por haber coincidido a nuestra edad; caminemos sobre las brasas y sostengámonos del viento para no quemarnos vivos, o hacerlo hasta morir juntos en el deseo primigenio que nos llevó a robarte el primer beso.
¿Sabes que cuando estoy a tu lado, de frente, estoy contigo totalmente? ¿Y sabes también que aún cuando no, estás conmigo? Un día, al abrir los ojos, vi una sombra que no reconocí al momento, pero que a través del día me siguió hasta al punto de verme caminando a tu casa, sentarnos en restaurantes, bancas, en las butacas de los cines, en este instante conmigo. Deposito la mirada a otros lados cuando me dirijo a la oficina, es el mismo que tomo al ir por ti, sonrío de recordar cómo empezó este viaje, sonrío de regreso porque es lo mismo, aunque no se siente igual, y te volviste sin querer, en la mejor parte del día, o de la semana, cuando en tu espalda y en ese espacio entre tus clavículas y tus pechos, me hallo recogiendo la leña para darme calor en la última etapa del invierno.

jueves, 3 de febrero de 2011

Bésame


(Gracias, Tania, por la foto... y por los suspiros robados)

No me beses, no aún. Sabes que me haces temblar cuando tu piel se aproxima a la mía y sólo estorba la ropa. Abrazarte por atrás, sentir tu cuello acomodarse a mi boca, voltearte a mí, sin vernos, dejando que nuestros cuerpos se conozcan, se atrevan y luego se despidan. Enardeciste mi aliento y me colocaste en un periodo onírico hoy que no te tuve. Ayer alteraste mis sentidos y los volviste en tu contra: tu perfume, tu silueta, tu manto de fuego que me logra desear darte aire para que crezcas y pierdas control. Nunca he contado tantas veces estar a punto de un beso y que se me vaya al infierno. Sentir tus uñas, tus dedos caminar sobre mis labios, como si fueran artesanos creando moldes perfectos sobre las comisuras, enredándose en los manglares de mi barba.
Vienes quemando todo cuando tocas, borrando las cicatrices de mis amargos pasados, que no te importan, que no necesitamos contarnos las aventuras de los viajeros que hospedamos algún día en las piernas y brazos. Todo se detiene por un momento cuando abrazados bailamos por la acera, permitiendo a los umbrales iluminarnos durante los silencios marcados en alguna dramática obra cuando te conviertes después en un témpano de hielo. No me beses, no me dejes hacerlo, no aún, hay días en que no quiero se transforme esto, pero hay días en que tengo una necesidad implacable de vulnerarme, salir a buscarte, llevarte a un sitio obscuro donde pueda capturar las imágenes más incongruentes, abstractas y hermosas que despiertan en la madrugada, donde tantas veces quiero llamarte para pedirte que algún día amanezcas a mi lado. Quiero abrirte y coserte constantemente cada noche y cada mañana con miradas perdidas sobre la almohada.
Mas luego despierto con una sonrisa que meses atrás desconocía, luego me veo en el espejo y comienzo a recordar lo que soy: un gato pardo callejero acostumbrado a la soledad sin abandonar sus dominios. Puedo perder la cabeza por incertidumbres que se tejen como telarañas en la mente: una red en forma de espiral donde loco me consumo en el viento y termino en cenizas del fuego que me prendes cada que me siento próximo a tu boca.
La experiencia me ha dado tantas llamas azules que a veces me es imposible abandonar el razonamiento, pero luego me conquistas con una forma tan natural de entregarte a la incertidumbre, de abandonarte y sentirme, que simplemente me permito arrastrarme al purgatorio de tus caricias para limpiar y enjugar lágrimas de un animal salvaje con ojos más profundos que la avaricia. Me coloco más allá del bien y del mal cuando soy preso de la emoción de sentir tu espalda germinar como una flor silvestre en invierno… Tus palabras cálidas y reservadas parecen susurros en un valle por el movimiento de los pastizales e insectos en frenesí y celo: llamándose entre ellos en un idioma que no entendemos. Este es el sonido de tus manos al roce con mi pecho.
Veo luz en sitios que había olvidado, nadie ha sabido cómo domesticar mis presagios, tú lo haces de manera llana, simple, en ti veo esa sombra del medio día a contra luz donde asomas tu figura delineada expuesta a mis instintos. En ti contemplo lo que un día me fue arrebatado por una bala perdida desde un tren en movimiento. La historia de bandidos y alguaciles persiguiéndose, abriendo fuego a diestra y siniestra, han terminado. Sólo nos quedamos los bandidos en un burdel de puertas cantineras, que son abiertas de una patada mientras observan un revólver ser agarrado por la cacha: el silencio llanero de saber que alguien grande ha venido al pueblo… y con el que nadie se atreve a meterse.
Fuego en un desierto de bandidos sacudidos por instintos asesinos narrados en las historietas de caballos y bandidos: toda tú eres fuego, digo: no me beses… de hacerlo no tendré opción alguna que la de secuestrarte en plena luz de día y desaparecer, revivirme y volverme tu sueño.

domingo, 30 de enero de 2011

Conquistando un sueño


La diferencia entre invadir y conquistar radica en que la primera desplaza, golpea, hiere, entra de facto sin pausa, hace a un lado, obliga, reprime, saca el corazón y lo expone en público para ser humillado; después viene el aislamiento… más tarde la extinción. En cambio, conquistar… aquél quien se proponga esta acción, le está apostando al sincretismo, llega al corazón sin carcomerlo, entra despacio, pausado, permite, libera y entrega; se apropia sin tener necesidad de quebrantar o bajar defensas; quien conquista entra con la guardia abajo, pero de frente, sin engaños, firme, pero sin llegar a ser tirano. Da esperanza, colma con un amor suave, deja que sus palabras se limiten a los hechos, y estos hechos vuelan como sueños por la noche para cuidar, proteger y vigilar lo que le es dado sin uso de la fuerza; se permite fluir a través de cada una de las calles de la ciudad a la cual llega.
Quien invade, toma de inmediato lo que ve a su paso, lo destruye, quema y construye sobre las cenizas algo nuevo, pero egoísta, logrando su cometido con base en la muerte. El que conquista, toma lo ajeno, lo hace suyo, pero también aporta, crea con ese otro mundo con el que se encuentra, y vuelve a crear.
Como ves, no pretendo invadir tu vida, tu cuerpo, tu mente y tus sueños. Quiero conquistarte, verte abrir, sin miedo, con tregua, pausa, alimentándome por ti, no de ti. Quiero robarme tus sueños con la única intención de ponerlos en un frasco con luciérnagas: alumbrarte durante la madrugada esas noches donde estás dormida en la cama que te guarda celosa. Me propongo a conquistarte paso a paso hasta que no puedas separarte de mí, y aunque lo hicieras, dejarte algo tan pequeño que lo llevarás en tu sangre, en las calles de tu cuerpo que te recuerde mi paso. Pero no vengo a dejarte, ni estoy advirtiéndote que nos destrozaremos en una batalla que ni existe, que no hace falta. Lo que quiero decirte es que no tengo prisa por saberte mía, y yo de ti. Te digo con esto que quiero detenerme a conocerte centímetro por centímetro cada parte de tu ser.
Me gustaría saber si quieres bailar… conquistarte en medio de un vacío con un apasionado tango donde si cometemos errores, podamos transformarlos en pasos de baile tan simples que sean estéticos. Me gustaría tomarte por sorpresa y hacerte flotar unos milímetros del suelo para deslizarnos a través de las caricias delicadas donde sentimos sentir un arrebato de dulzura… externarnos, liberarnos y ser la mejor parte de nuestros días.
Me has robado tantas sonrisas que, hoy, se convirtieron en suspiros mientras mi corazón se agitaba por saberte tan cerca a mí mientras dormíamos sobre el pasto, debajo de un árbol donde sentía respirar tu cabello y tu mano dibujando un baile en los lienzos de un pasado olvidado. Te digo con esto que prefiero escribas tú la historia que comenzó desde el momento impreciso de querer besarte y detener, por cariño o cobardía, el mundo en un sueño donde pueda estar contigo sin ser molestados.
Quiero aprender, escuchar, los secretos depositados de la selva de tus ojos, del fuego de tu silueta que me atrae tanto que hasta siento es pecado atreverme a medirla. Hoy, tomé tu rostro con mis dos manos para cazar tu boca y verterme con su sangre hasta quedar prendido de tus labios y no querer separarme. Me costó tanto trabajo dejarte ir, que estuve a punto de decirte que no te fueras… pero otra vez, tendré que robarte un sueño más para seguir estando contigo.

domingo, 23 de enero de 2011

Los hijos del quinto sol


La sangre vuelve al flujo constante en los torrentes; del corazón al cuerpo, mis labios de tu vientre a la boca. Sostener tu rostro con las manos, vernos fijamente, como si fueras un jaguar negro parada frente a mí. Tus ojos profundos, tu piel obscura… sangras mis entrañas mientras tiemblo de miedo. Callamos lo que sentimos, pero estamos ahí viviendo con reserva, vacilando con nuestros movimientos, en entrega sin hacerlo… ser cazador o ser cazado. Sientes mis yagas como indecencias que te crean necesidades controladas; demonios de la selva que rompen árboles y piden ser liberados en cada abrazo… pero sólo se siente, no se habla. No querer tanto, querer mejor, calmas mis corceles con una mano empuñada a las riendas donde me diriges y me calmas: no hay prisa, a fuego lento. Te acercas ligera, midiéndome, a veces te alejas, otras te acercas y me dejas tocar tu manto maya. Fraguado en la víspera de tres lunas llenas y siete soles. Mágica, espigada, me obligas a excavar en mi mente, verte, esperarte: sin trampas, solos tú y yo en una danza guerrera de enfrentarnos cuerpo a cuerpo con mis manos y tus garras; en círculos rondas, yo parado, tratando de adivinar tus pasos. Arde el fuego en la mirada que se muestra entre el pensamiento de lo real y la fantasía. Puedo darte un mundo que sólo podrías ver en películas; pero te alzas protegiéndote y a veces vulnerándote, sometiéndome a entrar en tu ruedo. Escucho el leve sonido de las hojas movidas por el viento, el suave crujir de una rama que pisas sin apartar tu vista; debo permitir que seas tú quien se acerque para no espantarte, extender mi mano sutilmente para evitar que me muerdas. No vengo aquí para dañarte… pero cada movimiento mío parece amenazarte como si quisiera enterrar un cuchillo en tus pulmones y abandonarte desangrada. Pero mi relación es más sencilla y más compleja contigo: no espero que algo suceda.
Quizás así me dejes retirar con paso anciano para que no sientas que me has perdido… quizás se logre la combinación entre cultura y naturaleza, razón y pasión, Eros y Tánatos: sin uno no habría el otro que dé nombre y fe de su existencia. No estamos listos para luchar o pactar tregua, pero nos volvemos al otro buscando… más bien encontrando algo distinto a lo que hayamos vivido, sentido, pensado… mas no atrevemos un total acercamiento: las manos y el pensamiento del hombre, las garras y colmillos de tú, naturaleza inquieta. Soy aire que se vuelca y revuelca por cada sitio recóndito de tu cuerpo, eres fuego y como tal puedo darte oxígeno hasta volverte incontrolable felino provocado y tentado por la suerte… de querer tenerte, de que me mueras, de asesinarme con ataque al cuello y servirte de alimento… o tú de mí… yo de ti. Hijos nacidos de la madre alumbrada por el quinto sol: depredadores natos que buscan cazarse, pero que respetan quienes son… quienes somos, sin abandonarnos, pero haciéndolo sin distracción, a la expectativa del primer error que nos incite a perseguirnos… pero sólo danzas a mi alrededor, y yo me quedo quieto.

martes, 18 de enero de 2011

Premoniciones


Los vientos anuncian
Con soplo constante
La llegada de la primavera;
Las sombras que amé desde el otoño
Y el invierno las veo salir de la penumbra:

Amar a un fantasma o una sombra,
No es amor verdadero,
Sólo es una aventura…

Pero si de esa aventura
Se alza el último de tus primeros besos,
Entonces aguarda a que el sol saque a las sombras
Y te las devuelva en el brillo de cada mañana

Cuando, lo primero que veas, sea yo...

Puedes ser otra sombra más de mi futuro
Que termine escrita en el pasado;
Devuelta en su silencio…

Ven, déjame romperte el corazón
Y luego déjame zurcirlo
Con mi boca;
Luego rompe el mío,
Vete y regresa cincuenta veces
Y otras cincuenta más
Para volverte mi cura;

Quiero robarte
Tenerte de frente
Rompernos la madre,
Quedarnos callados
Contemplarnos solos
Y dejarnos en el olvido.

domingo, 16 de enero de 2011

La voz perdida


En unas horas algo estará por cambiar… quizás otra historia, quizás nada. Esta semana será decisiva para el resto del año; algo grande se aproxima en muchos sentidos: juntas, encuentros, transacciones…
Sé muy bien que ya no te importa, que en otros brazos has encontrado amor y estás entregada a ellos; pero hoy leí tus cartas, todos tus mensajes que los guardaba en un archivo, junto con tus fotos, tus videos. A dónde se fue tan pronto tanto amor jurado en las noches en el transcurso de la madrugada, en dónde pusiste todos esos sueños fabricados debajo de las sábanas. A veces me descubro pensando en ti, noches como hoy que me he despedido como tantas veces lo he hecho ya, creo no puedo hacerlo del todo, quizás por no abandonar la idea de que te amé como a ninguna, probablemente por la idea de que ese amor que un día me tuviste te haga volver a mí, aunque sé que no será posible, me cuesta trabajo desprenderme de tus besos y tus miradas sobre mi almohada, cuando callados veíamos pasar los minutos casi eternos.
He de aceptar que una lágrima rodó por este rostro que fue tan tuyo, mi querida sirena. Te llevaste mi voz, no encuentro el sonido ni el ritmo de mis letras. Intento recordar lo que terminamos diciendo, pero siempre llegan esas memorias que sólo me arrancan sonrisas ensombrecidas por saberte con otro y no conmigo. Me sigue partiendo el hecho de que me hubieras dejado atrás tan pronto. Sé que te va muy bien y que de mí ya casi ni te acuerdas, que otros besos mojaron tus labios robándose las huellas de los míos, como si tu boca fuera esa playa que es recogida por el oleaje constante de mi ausencia y presencia de otros sueños, de otras ideas. Me voy sumergiendo en la cuenca donde se estanca el mar para ver si te encuentro: pero ya he dejado de soñarte, ya no recuerdo tu olor ni recuerdo tu forma de besar… pero eso sí, recuerdo cómo te dabas a mis manos y a mi mente para contarte secretos de los tesoros perdidos que se trazaban en el mapa de tu cuerpo.
En él dibujé las cruces precisas para que encontraras lo más grande que pude haberte dado; ahora que te has ido se te olvidó devolverme la risa, mi encanto y mi voz. Nadie podrá sustituirte, lo sé. Mis dedos secos se van rompiendo en pequeñas piedras sobre el teclado, y mis lágrimas se volvieron diamantes que se rompen como cristales cuando pasan el surco de mi barba y caen sobre la ropa.
Estoy en época de sequía, como si estuviera caminando sobre un desierto sin sol, así de árido, así de frío. Sólo veo cadáveres que comprendo son las ruinas de un amor extinto; permitiendo que mis pies se hundan en las dunas donde antes océanos había, veo que las heridas son tan grandes como relieves marítimos. Mi mundo cambió de eje, pero aún no veo tierra fértil, mis valles y nidos supongo son ahora tundras, mi mente de hielo. Cambiaste mi entorno, me desarmaste por completo, y ahora que todas las piezas están unidas, no localizo dónde está su centro, tan confundido estoy que no sé si camino con mis piernas o con mis brazos; siento que me sigo arrastrando, pero luego veo que no es así. El cielo y el suelo se ven del mismo color, no sé ya de paredes o rejas donde se pueda fragmentar tu sombra cuando prendo alguna luz.
Los barcos de acero que me llevaron a ti, son ahora de un papel tan frágil que son tragados por las coladeras, llevados a un lugar de nadie. No hay faro que alumbre su orientación. Y ahí estoy yo por un segundo, parado en medio de la nada, con un ramo de rosas marchitas que caen negras diluyéndose de entre mis dedos.
Limpiaste tus pies en mis deseos… no te tengo, mañana, ya estarás perdida en algún espacio de mí, cuyo sitio no ubico, y que no pretendo ir a explorar, no vaya a ser que te encuentre y no pueda deshacerme de ti. Tu recuerdo corre como si huyera de la policía fronteriza en el río del norte de México.
He tenido que desaparecerte de mi vida, pero al hacerlo también me fui de la mía, pues se narraba contigo. Al irte, no sólo eras tú, también te ibas conmigo y ahora no encuentro el regreso… como si estuviera suspendido en el aire de este inmenso universo sin estrellas. Fuiste un huracán que hizo cimbrar mis vientos cálidos con los que te cobijaste noches como esta que agitas tus aguas en otras playas.
Pero mi mayor desgracia es que te aferrarás a él como debiste hacerlo conmigo, y pasarás años tomada de su mano hasta el punto de que si nos volvemos a ver, no puedas reconocer si algún día me amaste tanto como decías hacerlo.
El tiempo se va terminando ya, la arena de este reloj se va agotando de tanto caer continuamente que ni te es posible decirme algo que me haga cerrar los ojos y transportarme a ese espacio creado por lo que un día fue nuestro.