viernes, 8 de enero de 2016

Noche de invierno


Si pudiera decirte que te he encontrado
tendida en mi cama esta noche de invierno
cuando el frío galopa sobre las llanuras
de tu presencia vacía.

Si lograra detener tu historia esta mañana
antes de retener tu partida,
no andarías descalza cortando tus pies
con los filos de mis lágrimas,
no andarías desnuda por el valle
de mis tallos de espinas
y no estaría lamiendo la sangre
de tu rastro mientras huyes a escondidas
dejándome un beso prometiendo regresar.

Encadeno mi cintura a tu vientre
mientras sudo la agonía de mi voz perdida
en el eco de las paredes y la habitación obscura.
Arrastro las cadenas durante el insomnio perpetuo
que me devora en la fantasía de querer salir
pordiosero de sueños mendingando una palabra de amor tuya.

Hacerte tan mía en el pecado de vivir
mientras pago con pesadillas tus ilusiones
de permanecer conmigo toda la vida.
He roto mis puños en las horas amargas de tu partida
y he destrozado mis costillas con las respiraciones
para darte un soplo de vida,
donde cada beso dado trae un aire de inmortalidad

para que tus raíces se sostengan en las sábanas
donde me envuelvo cada mañana
al primer rayo de sol asomado entre las persianas.
Como yo entre tus piernas en esta noche de invierno
que se quiebra en pedazos de hielo
por los que transito llevado por el deseo de mi instinto…

mi instinto es arrojar un puñado de sal
a la memoria viva de saberte más de quinientas noches sobre mí,
sobre la lápida de heridas consumidas con tu fuego
que abrasa mi garganta,
te amo con la levedad de una pluma que cae del cielo,
pero enardeces mi furia y la domas como jinete del infierno
anunciando el final de mis días.

Azótame cincuenta veces y repite mi nombre
para que no te olvide,
araña mi espalda hasta perforar mis pulmones
y respires a través de mí.
Mengua esta noche de invierno
y me colgaré de ti hasta que muera nuestra historia…

Hasta que muera el sol.

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