martes, 22 de marzo de 2011

Café con aroma de ayer...


“Hoy toda la espuma de mi capuchino es para ti…”

Hace unos días leí esto en un blog de una ponderada amiga. Esta frase cayó en mí como aquél que tiene un recuerdo vago de su pasado, de esas veces que uno camina por la calle y escucha, huele, ve, o siente algo que le activa la memoria. “Quisiera que alguien se acordara de mí de esa forma”; pensé de inmediato. Seguro estoy que sí hay quién, y que es tanto que ni le alcanza el valor para marcarme y preguntarme cómo va mi vida, o expresarme que me ha extrañado como a nadie antes. En esos aromas del café, uno va descubriendo memorias de lo que un día pasa y al otro se va, mentiras que son tan verdaderas que duran lo que una unión falsa debe durar. Con bigotes llenos de espuma y un tabaco en la mano izquierda, estoy sentado pensando en las promesas que rompemos a lo largo de los años. Todo se vuelve tan efímero como la espuma de un capuchino… todo vuelve a ser parte del flujo de la vida, y aunque pareciera que todo es caótico y cambiante, en eso consiste su constancia y perdurabilidad. Nada se detiene, el mundo gira, mi café servido en su punto sublime de ebullición, regresó a la temperatura ambiental y está a punto de acabarse. Y seguimos recordando amores que se escapan en la presencia de otros más viejos o más nuevos, sin respetar órdenes alfabéticos o importancia emocional-sexual. Soy tan efímero como la espuma de un capuchino…
Quisiera que alguien se acordara de mí de esa forma y me pregunte qué es de mí, que me marque y me busque para decirme “te extraño tanto”… Pero quizás me falto ser más hombre o más sabio para lograr que alguien de mi pasado me guarde tanto cariño como para llorar de alegría por el gusto de haberme tenido en su vida. Soy víctima de la lectura del blog de mi amiga… y de su taza de café, de la espuma de su capuchino… de su recuerdo, y se me inundan los ojos por saber que soy vulnerable a los encantos de nuevos recuerdos, nuevos pasados que se van acomodando como rompecabezas en mi mente, donde cada pieza es fundamental para la estructura de mi vida, aunque en berrinches he aventado el tablero y recomenzar a construirme para acomodar de diferente forma mi vida: lo que debo callar, decir, lo que no hice, hice y/o debí o no decir… Son infinitas las formas de la espuma de un café capuchino que me he perdido viendo en cada burbuja una memoria de mi vida que desaparece conforme truenan por no soportar la caricia del aire.
El aroma del café es uno de los más nostálgicos, quizás superado por el vino, pero son de distinto sabor; el vino recuerda pasión de amor y odio, el café hace que uno recuerde pláticas, apapachos, rupturas quizás que se forjan en acuerdos como “será mejor dejar de vernos, estamos mejor así, lejos”… quizás por eso quiero me recuerden de esta forma, con una cálida sonrisa de aceptación que dos personajes de diferentes novelas coincidieron en la mano de un escritor. Pero la vida no viene como uno la pide, sino como a uno le toca, no es como pedir un café… y aún así, no estás seguro de lo que el mesero te sirva te va a gustar… sólo quiero que me recuerden de esta forma, con el sutil, amable y penetrante aroma del café.

Porque los sueños son tan livianos como espuma… tan frágiles como la vida… tan ricos como una buena taza de café capuchino.

2 comentarios:

Lilith Lalin dijo...

Me identifiqué mucho, creo paso mucho tiempo pensando en sí me piensan, y saberme enterrada me da tristeza y a la vez me reconforta, yo soy de las que no tienen valor de hablar para preguntar un simple "cómo has estado"

besos

Pluma de Fénix Negro dijo...

Sí... a decir verdad, a últimas fechas tampoco lo hago, pero estaría padre hacerlo, aunque siento que ya no tiene caso. Mas he de confesar que luego me entrstece saberme olvidado, o que digan: "ah, sí, era un niño con el que salí en algún momento... pero equis".