jueves, 3 de enero de 2008

El Retorno



Ahogado en un mar de recuerdos
fui sacudiéndome los trozos del espejo
en un duelo con mis hombros
y mis ojos se iban deshaciendo;

me convertí en polvo
llevado por un soplo divino
puesto en el saco de Caronte
y después calcinado en la noche:

con pequeñas antorchas en mis labios
cayeron en pedazos sin tocar el suelo
suspendidos me he visto en mi tiempo
el reloj atoró en su garganta mis sueños.

Me puse en la lanza de una guerrera
en los colmillos de una vampiresa
en la garra de un jaguar…
Y todo se hizo fantasía cuando vi despierto:

En las altas llanuras de una montaña
he visto una estrella bajar del cielo
hirió con sus puntas mi alma
y me colocó en cinco lunas de lamento…

Rompiendo mis alas…

Robándome el fuego…

Sacando el diamante en mi pecho…

Picando mis espejos del aura…

Se provocó un enfermo silencio
que agusanaba oídos y pensamientos
y la tenencia de un siglo en invierno,
fracturado me acuné en ramas ajenas
fueron atravesando mis huesos
apolillado cuerpo decadente misterio…

Y me hice un hueco.

He tomado el tridente
me volví a forjar como hierro
en leña de pirul me fui enardeciendo
y ahora camino en la playa de siniestros:


montando un unicornio negro
voy pasando con la mirada en alto
no al cielo, no vaya a ser que él
una vez asomando su primera luz
me rapte con una estrella de nuevo.

Combatiré con astros blancos
secuestraré a la joven más bella
y daremos como nacimiento a otra
que sea capaz de crear otra leyenda…

Con su mirada medirá la templanza…

Con su brillo hará temblar a las selvas…

Con su fulgor romperá los cristales:

dignos rivales que marchitan las pieles
ácido se vuelven al ser enjugados
pero quien beba de ellas será su gloria
en estos valles agonizantes de ausencias.

Y me fui haciendo uno
juntando la cera de mi vela andrógina
en un momento de velo raído
me fui desgarrando el alma hasta que muriera:

Me senté con las manos en la cara
sonreía, maldecía y me volvía a la locura
apretaba mis puños y los dientes
mi mirada se perdía
pero el espíritu siempre sangrando
me recogía el rostro cuarteado
mientras limpiaba las heridas…

las yagas…

el alma acaecida…

mis manos marchitas.

Se hizo de metal mi cuerpo
frío, salado y vertido en dos caminos
desembocados cuesta arriba en un charco
mientras callada se ponía en rodillas
alentando el coraje de mi fuego extinto…

Solitaria ave andariega de desiertos
que miedoso me escondía en sus cenizas.

1 comentario:

D'Naidak dijo...

Sería mas hermoso un Renacer...
Aún con todo, tu retorno es decidido... lo mejor será entonces.