domingo, 7 de noviembre de 2010


Soledad:

Me gustaría que me perdones por todo lo que te he hecho pasar. Tus celos constantes y llamadas repentinas, tus visitas inesperadas… me hacen volver a caer contigo. No es que no quiera, o que me haya olvidado de ti, es simplemente que la compañía ofuscaba mi visión al punto de ignorarte. Mas siempre has estado ahí, rondando, en la espera fortuita de que alguien más me deje para volver a tus brazos siempre salados pero confortantes.
Siempre me quejé porque sólo eras tú mi amante; porque aunque estuviera con alguien, era más tuyo que de cualquier otra. Te he de confesar que hubo meses, durante este año, en que no fue así, en que creí que me había despedido de ti porque ya no tenía la necesidad de volverte a besar y acariciar con la tranquilidad y belleza de la contemplación de tu cuerpo siempre virgen. Hoy te haré mía en esta noche sin tregua, y lloraré sobre u piel hasta que te conviertas en sirena, hoy me dejaré seducir por ti porque he visto mi futuro. Tú eres mi futuro, el más áspero pero también el más seguro, el que me recuerda que no hay nadie mejor que tú… Aunque para ser franco, sí conocí a quien te supera al grado de la imaginación, el sueño y la fantasía.
Déjame morderte hasta expiar todas mis culpas y luego déjame limpiarte; romperé tu himen con toda mi desesperación y después vuelve a coserlo para que todas las noches al llegar del trabajo te viole hasta que me quede vacío. Tú… tú puedes soportarme todo con lo que he vivido, no te importa mi pasado y tampoco te pesará a la larga, sólo no permitas que me odie tanto como para romperme contigo y arrojarme al lago Estigia.
Ven, amordázame con un beso y tírame a la cama hasta la inconsciencia, hasta que olvide mi rostro, hasta que mi cuerpo me abandone. Ven todas las noches como ella venía, y ven a recordarme que existen motivos para soportarme de pie. Despiértame con el sonido de los grillos y los búhos que vigilan la noche y duérmeme con un disparo de flecha que atraviese el alma para que no alcance todo mi dolor a gritar que se apagó aquella luz que me sostenía airoso y con vida.
Soledad, firmo aquí con la sangre que me queda que me declaro tu sirviente y tu fiel amante, voy a darte todo porque mereces tenerlo, por verme reír y amar de lejos envidiando ser ella. Tu seducción ha ganado mi atención de nuevo, porque tuve que levantar la mirada y arrojarlo a otro lado, a ti… quién más sino tú que me perseguiste y acosaste durante años, que tuvimos los momentos más bellos y más dolorosos a mi corta edad de 27. Me entrego a ti como carta de un hombre a su primer amor, me entrego a ti como mensaje en una botella abandonada al mar.
Regreso al viejo pensamiento de lo que será de mí en años venideros… no lo deseo, pero es lo que tengo, es lo que hay, la tragedia griega de la cual no puedo escaparme. Alguien quiere que me derrame a los placeres infinitos del ser un lobo estepario; aún no entiendo la misión de esta mi tarea, o a lo mejor la sé pero había renunciado a ella.
Tiene tanto que no me río sinceramente que ya se me olvidó a hacerlo, pero ahora que el cielo es claro, se siente un frío sombrío que se narra en el cuento de navidad. Con la diferencia de que para mí, no cabrá el arrepentimiento, cuando cambié y la encontré, ya era muy tarde para borrar la irresponsabilidad de mis actos que se reflejó en uno de los pecados capitales que ha quebrado mi mente… y por la cual regreso a ti.

1 comentario:

Lilith Lalin dijo...

mmm pensé la soledad era sólo mía, que sólo yo tenía cabida en sus brazos y aunque siempre ha sido fiel acompañante mio durante todo mi corta existencia, aunque sé que siempre estará ahí para mí, a veces reniego de ella y hasta la odio... Soy una ingrata.

Te mando un beso de esos que se pierden.