martes, 11 de septiembre de 2007

Días de Soledad


NAVÍO A LA DERIVA

Colinas negras del desamparo
canciones dedicadas al ocaso
cuerpo de flor soñante
amor de un corazón decadente;
traigo los huesos rotos
en los umbrales celosos
de soles envidiosos
de la pesadilla de tus besos:
entre las sábanas prisioneras
están las lágrimas de las caricias.
Veo por la ventana el celeste
que nubla a los ojos que llueven
viendo una gota pordiosera
perdida en el espacio de mi mano
capturada por morir en la carencia
suave niña derretida en mis versos.
Huelo el perfume de tu ausencia
presencia eterna en la cama infinita
dando maromas en las olas del olvido
y cuido la huella del tiempo dividido:
anido el aroma de tu cuello inmaculado
larga distancia entre el hombro y el oído
susurrando amor de la sal de un respiro
mientras taladrabas con tus besos mis sentidos.
Pruebo las cerezas en bocas de sirenas
mito del devorado marinero en las sombras
nadé a ti cuando náufrago me sostenía en la deriva
sin reconocer la playa espumosa de tu partida.
Existencia unida a la nada
pasión inútil de mi vida congelada
dulce hiel en rosas encendidas
con tu mano postrada en mi herida;
abismal refugio de una letra obscura
acudo a la luz apagada por tu ternura:
vacías son las palabras de un viajero
en gritos silenciosos de un viaje etéreo
mientras aniquilo al pirata escondido.
Ladrón de almas suaves he sido
frágil cortina encerraba la joya del destino
cofre de seres vigilantes en barcos del delirio…
En un puerto fantasmal destruido
con mi navío de papel entintado
flamígera pluma que le ha escrito
incinerando la historia del rojo amor
obseso camino en remos inoportunos
pensamientos abstractos de frío tacto
con los faros lunares que he trazado
y me vuelvo a la locura del fuego abatido
enterrando mi boca en la arena de mi trino.

Apocalipsis

Y se avivan las cenizas
una silueta fantasmal me mira
nuestros demonios juguetones
esas miradas siempre uniformes;
hoy se clavan en mis manos
y esos besos apocalípticos
se clavan como lanza en mi costado…
Y se me va la vida de nuevo
las flores, el paraíso, nuestros bosques
llenos de hojas, de letras vacías
en incontables frases alojadas
creando castillos y muelles
de este navío que ha quedado perdido:
la costa de tu cintura se ve lejana
las cascadas de tu piel envenenada
me arrastra me enmudecen y te recuerdan.
Hoy se abre ese abismo bíblico
fin de nuestro ser unido y paralelo
donde no nos encontramos
en donde el viento me trae aquí tu misterio;
y te miré hoy, pero no estabas a mi lado
crucificado te acaricié con el pensamiento
en un monte dividido por mis sentidos…
Se asomaron los siete ángeles del infierno
avisando primero mi muerte y congelamiento
luego aplastando las huellas de tus caminos
andados y calcinados con los míos
siguiendo la inutilidad de mis versos
terminando ensordeciendo mi voz en tu alcoba.
Y todo se vuelve fuego en mi entorno
quedo yo encapsulado en un soplo de invierno
tú en un olvido veraniego de mi llanto
donde la lluvia ahogó esta tarde tu canto
cuando tu ausencia se hizo presente a mi diestra
mientras el final absorbió toda tu belleza…
Y así abandoné mis dominios ya por la noche
tormenta fatal de tu absoluta inclemencia
aprisionando hasta matar el olor de tu delicadeza
frágil gota de sangre puesta en tu copa
extracto de mi esencia muerta y ciega
soplada en un cristal al llover mi alma
cuando sostenida en la tuya cae peripatética
salada situación saldada por rencor a mi fuerza
esa que me levantaba derrotado de las batallas
mientras te miraba hoy y no veía tu figura
suicidándome cada momento cancerígeno de mi respiro
contemplando así lo apocalíptico de mi destino
ahora que los caminos se enfrían sin ver pasar nada.

Sin hacer poesía

No he venido a escribir poesía,
sólo a dar unos versos esta noche
de una tinta que me olvida;
a veces suele hacerlo también la vida;
pero me olvido antes de existir…
Es en ese momento,
como uno de tantos,
en los que se me ocurre un rima.
Esos silencios…
Iguales a las de un hoja en blanco
similares a cuando uno da un beso
o más bien cuando lo roba,
esos ecos en las montañas
en mi silencio cuando te tengo
y te vas, y vas a tu marcha,
sin preguntar ahora a dónde irás…
No, no he venido a escribir poesía.
Sólo te recordé, como siempre,
en un silencio, en la hoja en blanco
y todo ha terminado igual.
Yo existía sin ti
y contigo dejé de existir,
ahora he nacido de nuevo:
sin llamas en el mar de las ilusiones
donde la arena se moja de recuerdos
la espuma soslaya mi mente
y la sal seca mi llanto;
ahí me he visto nacer esta noche,
lo que una vez fue poesía…
Se resumió en versos carentes,
de unas manos nuevas marchitas
temblorosas, llenas de miedo
que no encuentran encanto en otro cuerpo…
Y vuelvo a decir que no he venido a poetizar
sólo a recordarte en las rocas de esta mar
en unos brazos que me cobijaban como estelas
y tus ojos reflejando la luna en las sombras…
He vuelto a nacer
pero ya no soy yo, tampoco otro
menos aquel que besas…
He dejado mi existencia en tus puertos
ahí, el viejo yo, terminó muerto:
sacudí mis alas y abandoné mi cuerpo
encarné en un lobo estepario de algún desierto.
Pero como no vine a hacer poesía,
vine a decirte que tú eras ella
cuando un poema me embestía.

Tu nombre

En el valle de un silencio
me arrastro moribundo
cuando escucho a mi voz
desde lagos blancos…
Es tu nombre mi hospicio.
Con bocanadas de humo
gris y triste
azul de un ave mendiga
que buscaba refugio
pero encontró tiranía.
Repito cansado tu nombre…
Es una cruz de hierro
puesta en un altar sangrante
de jueces inquisidores
condenándome a mi muerte.
El sonido no se oye
soy de la hoja de la nada
un suspiro olvidado de tu cuerpo:
navegamos distantes y sonantes
poderosos cortejos antiguos
que nos vieron decapitados
en las noches consumidas
de cirios que velaron tu partida.
Robaste mi mano diestra
mi pie izquierdo
el ojo derecho
y un corazón zurdo deshecho.
Aviento mis palabras al aire
que no sean secuestradas
que a tu ventana se paren enfrente
y te reciten cada noche mis letras:
no tienen voz,
necesitan del agua de tu boca
y las oirás como el mar en huracán.
Te acordarás de mí como una hoja blanca
como la tinta derramada en tus piernas
humillada ante las palabras nocturnas
enamoradas y violentas.
Lleno mi copa con tus caricias
y me saben mejor ahora que son añejas,
cuando no son tus uñas las que resbalan;
buceaban esa noche en mi inocencia
mientras miraba el ámbar de tu cara.
Eso era tu nombre en las sábanas
cuando ahora cierro los ojos y grito
te grito poniendo un beso en los pinos;
pero despierto, estoy solo
y tu nombre en mi boca es mi martirio.

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